Aurelio García Macías: «Para celebrar la liturgia se requiere la fe» - Alfa y Omega

Aurelio García Macías: «Para celebrar la liturgia se requiere la fe»

El liturgista vallisoletano es el nuevo subsecretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, que ahora lidera el inglés Arthur Roche

Victoria Isabel Cardiel C.
García Macías durante una audiencia con el Papa Francisco. Foto cedida por Aurelio García Macías

¿Cuáles serán sus nuevas funciones dentro de la congregación?
Estaré mucho más cerca de la responsabilidad del prefecto y del secretario, ayudando en todo lo necesario para la buena marcha del dicasterio. Por otro lado, tendré una mayor responsabilidad en la coordinación y acompañamiento del trabajo de los oficiales, siendo consciente siempre de que es un servicio al ministerio petrino del Papa Francisco en favor de todas las Iglesias del mundo. Se trata de un verdadero y precioso servicio eclesial.

¿Cómo cambiará su labor?
Continuaré tratando las mismas cuestiones, pero con mayor responsabilidad en el estudio y en las decisiones que tomar. La congregación recibe cartas todos los días sobre dudas en materia litúrgica y se encarga de cuestiones tan diversas como la confirmación de los textos para los nuevos beatos; la aprobación de los calendarios nacionales, diocesanos o de las congregaciones religiosas, o la concesión del título de basílica menor o del patrono de una ciudad, diócesis o país… Pero el trabajo más comprometido es la confirmación de la traducción de los libros litúrgicos a la multitud de lenguas y su adaptación a las diversas culturas.

Uno de los objetivos de la congregación es reavivar la liturgia en todo el mundo. ¿Qué acciones se están llevando a cabo en este sentido?
El objetivo primario es la promoción y el cuidado de la reforma litúrgica en la Iglesia. Esto conlleva un trato y diálogo particularmente cercanos con las comisiones episcopales de Liturgia de todo el mundo. Este diálogo se materializa, sobre todo, en las visitas ad limina que los obispos de todo el mundo hacen a este dicasterio.

¿Cuáles considera que son los asuntos más urgentes que tratar?
Hemos de estar atentos a las necesidades de las diversas comunidades cristianas de todo el mundo y, sobre todo, recordar el valor fundamental de la liturgia en la vida de todo creyente y comunidad eclesial. La liturgia recuerda la primacía de Dios.

¿Cómo debemos entender la liturgia?
Muchas personas valoran la liturgia por su aspecto exterior, por la teatralidad de sus formas y, ciertamente, es un aspecto importante, pero no determinante. La liturgia celebra el misterio pascual de Jesucristo, un misterio de amor y redención del ser humano, que se expresa en una acción litúrgica, a través de gestos y textos, que prolongan las palabras y gestos salvadores del Señor, buscando siempre la vida y la santificación de los fieles.

¿Cómo de alejados estamos hoy del sentido verdadero del misterio?
Todos somos hijos del momento histórico en el que vivimos. La modernidad y la posmodernidad exaltan el primado de la razón y del sentimiento por encima de la fe. En medio de este panorama intelectual y vital, la Iglesia continúa su misión, como lo ha hecho en otros momentos tan difíciles o más que el presente. La fe siempre conduce a la celebración de la liturgia. Muchas veces nos quejamos porque la liturgia no dice nada, no comunica nada; e intentamos recrearla cada domingo para llamar la atención o entretener a los fieles. Sin embargo, no se trata de un problema de liturgia, sino de fe. Sin una verdadera iniciación cristiana no se entenderá la liturgia. Porque para celebrar la liturgia se requiere la fe.

¿Cómo se hace presente esta secularización en la sociedad?
Se prescinde de Dios, incluso en los pequeños detalles que lo recordaban y lo hacían presente a lo largo de la jornada. La liturgia presenta al creyente ante Dios y ante los hermanos. En la liturgia, el creyente escucha a Dios y habla a Dios, en la comunión con los hermanos, que es la Iglesia. Son valores que recuerdan el valor esencial de ser hijos y hermanos.

¿Qué peligros tiene esta secularización?
El gran peligro de la secularización es cerrar al ser humano en sí mismo, en su propio egoísmo. La historia demuestra que, cuando el hombre se olvida de Dios, generalmente se olvida del resto, instrumentaliza a los demás seres humanos y es capaz de cualquier cosa para exaltarse. Reitero, la liturgia te abre a Dios en comunión con los demás.