La historia de este semanario no se entiende sin Alfonso Simón, sacerdote de la archidiócesis de Madrid —en su tiempo delegado episcopal para Alfa y Omega—, que tantas horas al día, y tantos años de su vida, dedicó a sacar adelante esta publicación.
Ahora, cuando su situación vital se ha tornado tremendamente delicada después una complicación médica, todos y cada uno de los integrantes de esta redacción no solo nos sumamos a las oraciones que tantas personas están realizando ante el trance que está pasando nuestro Alfonso, sino que también les suplicamos a ustedes, queridos lectores, que se acuerden de él cuando se encuentren dialogando con ese Dios al que Alfonso Simón se empeñó en presentarles a través de las páginas de Alfa y Omega.