Nadie os quitará vuestra alegría - Alfa y Omega

Nadie os quitará vuestra alegría

Viernes. San Juan de Ávila, presbítero y doctor de la Iglesia / Juan 16, 20-23a

Carlos Pérez Laporta
'El último sermón de Nuestro Señor'. James Tissot. Museo de Brooklyn, Nueva York
El último sermón de Nuestro Señor. James Tissot. Museo de Brooklyn, Nueva York.

Evangelio: Juan 16, 20-23a

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«En verdad, en verdad os digo, vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.

La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre.

También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada».

Comentario

Durante la gestación la madre está totalmente unida al hijo que crece en sus entrañas. Casi coinciden en un mismo ser la madre y el hijo. El hijo todavía no se muestra radicalmente distinto de ella. Tanto es así que el amor de la madre casi consiste en amarse a sí misma. Por eso, el parto tiene algo de traumático, porque inicia una separación: «La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora».

Sin embargo, en cuanto ve al niño el amor se sirve de la tristeza para potenciarse y salva las distancias: «Pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre». El amor por su hijo ocupa todo el espacio que hay entre ella y su hijo. La separación llega entonces a ser algo positivo, porque es el espacio necesario para la relación. Del mismo modo, el amor a Jesucristo está llamado a ocupar el mundo entero y transformarlo todo en signo suyo. Por eso nada podrá separarnos del amor de Dios, porque todo lo inundará: «También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada».