Pablo Seco: «Los migrantes tienen derecho a llorar»
El capellán del aeropuerto de Barajas se ofreció para atender espiritualmente a los solicitantes de asilo
Con 24 años a sus espaldas como misionero en Japón, donde fue capellán de prisiones y del apostolado del mar, Pablo Seco sabe de sobra que lo que más necesita la gente como los migrantes que ahora mismo hay en situación deplorable en Barajas «es poder hablar con alguien». Por eso, escribió al comisario del aeropuerto al poco de saltar la alarma.
¿Qué le llevó a escribir la carta? ¿Obtuvo respuesta?
Aquí hay una capellanía y tienen derecho a llorar. Recibí una respuesta informal por teléfono sobre la dificultad del servicio de capellanía, por ser la mayoría musulmanes; por la dificultad práctica de habilitar espacios para la asistencia religiosa y por la complejidad técnica y práctica de gestionarlo. Pero la carta se envió con nombre y firma del vicario de Migraciones al comisario de Policía, y ahí, hasta donde yo sé, no ha habido respuesta. Es todo complejo, yo lo entiendo. Pero lo que yo vi en las prisiones de Japón —muy duras porque allí son punitivas, no orientadas a la reinserción— es que estos presos necesitaban hablar con alguien, aunque sea 20 minutos al mes. Los migrantes también.
Llevan meses hacinados…
Estos locales no están pensados para acoger a tanta gente durante tanto tiempo. Efectivamente, los tienen hacinados. ¡Y son seres humanos! No se trata solo de darles de comer. Que los dejen salir un poco: sáquenlos a pasear, a hacer deporte.
¿Qué puede hacer un cristiano de a pie ante una situación así?
Rezar mucho. Darnos cuenta de que hay un drama humano y que solo podemos rezar por ellos. Y levantar un poco la voz.
¿Esto es lo que hizo Cruz Roja al irse de las salas? ¿Levantar la voz?
Quizá es la forma de protestar, de dar un golpe en la mesa. Hay miles de recursos para cosas innecesarias. Hay que tener un poco de voluntad e intentar darle solución al drama. Pero claro, como no es mi drama…
Además de la migración, en el aeropuerto hay sinhogarismo.
Sí. En verano hace calor, en invierno, frío, y en la calle estás a merced de todo. En la Puerta del Sol no hay baño; aquí sí, y además te los limpian.
¿Acuden a usted?
Algunos sí. Ahora hay una chica que lleva aquí siete meses. Vino y se quedó. Para las mujeres, este es un lugar más seguro que la calle. Son gente que se acerca a la capilla y te cuentan. Vienen, están un tiempo y desaparecen; del aeropuerto no haces tu hogar porque acabas con depresión.
¿Qué diferencia hay entre la pastoral del mar y la del aire?
El mar es terrible. Hay mucha piratería, los marineros llegan a estar 16 meses seguidos trabajando, encerrados, con un ruido ensordecedor en el camarote. Les pagan una miseria y si mueren no son noticia porque lo hacen en tierra de nadie… En los grandes aeropuertos hay un tráfico terrible de pasajeros; también de personal, sobre todo tripulación. A Misa vienen básicamente empleados. La Eucaristía hay que mantenerla porque tienes el sagrario.
¿Está muy solicitada la capilla?
Para la JMJ Lisboa 2023 hubo muchísimos grupos; pero si no hay un gran acontecimiento católico que mueva pasajeros… Después de la JMJ vino un grupo de la diócesis de Osaka que había peregrinado a Santiago y antes de volver a Japón celebraron aquí la Misa. La idea es que tengan todo lo necesario para ello.