Misiones Salesianas muestra la salida de la esclavitud infantil en África
La zona del mundo con mayor incidencia de trata infantil es el África subsahariana. Hasta allí se trasladó la fotoperiodista Ana Palacios, quien, durante tres años, convivió con este drama. Su trabajo se expone ahora en el Museo Misiones Salesianas de Madrid
«Cuando oí hablar de los millones de niños esclavos que existen en el África subsahariana [uno de cada cuatro], quise entender y analizar en profundidad quiénes eran estos menores, cómo es su día a día, si es posible romper esas cadenas y si hay una “puerta de atrás” por la que puedan salir y recuperar la infancia perdida». Así fue como la fotoperiodista Ana Palacios aterrizó en Benín en 2015 para documentar no la esclavitud infantil, sino la salida de ella.
Allí conoció historias como la de Fletche, al que su abuelo ataba de pies y manos, con 7 años, para que no se escapara de su trabajo como friegaplatos. Le tuvieron que amputar tres dedos de la mano derecha y uno de la izquierda, huyó de su abuelo y fue rescatado de la calle por los misioneros salesianos del centro Jean Paul II de Kara (Togo). También en Kara, Palacios se encontró con Le Coeur. Tiene 11 años y se escapó de su casa cuando su padre la entregó para un matrimonio forzado con un hombre mayor, como es tradición en su tribu. Estas dos historias son solo algunas de las que se pueden ver en la muestra que la fotoperiodista ha inaugurado recientemente en el Museo Misiones Salesianas con el título Niños esclavos. La puerta de atrás.
No es raro que sea la propia familia la que esclavice a los niños. Es más, en muchos casos los venden para poder pagar la manutención del resto de sus hermanos. Así le pasó a Rose. Como se le daba bien jugar al fútbol, su madre pensó que podría sacar un beneficio económico y la vendió a un traficante que la subió a un autobús, junto a otros diez menores, con destino a Lagos (Nigeria). Otros han sido obligados a prostituirse, a trabajar como vendedores o en el servicio doméstico, como Mouton y Vert, cuyos patrones las violaban. Hay a quienes los echan de sus pueblos acusados de brujería… «Está naturalizada la venta y compra de personas», asegura Palacios. Tan grave es el problema que en Benín hay un ministerio dedicado a combatir la trata de personas.
Estos niños son recuperados de la calle por misioneros que salen en su búsqueda, acogidos en sus centros, escolarizados y atendidos mientras se busca su reintegración familiar. En ocasiones volver a la familia es relativamente fácil. En otras no, si sus padres fueron lo que los vendieron. Algunos acceden a estudios profesionales e incluso a la universidad. Dulce fue vendida por su padre a los 7 años a una familia togolesa. Se quemó las manos con sosa cáustica porque se dedicaba, entre otras cosas, a hacer jabón. Los salesianos se enteraron de su situación y la rescataron.
Con los años, Dulce se convirtió en una de las seis chicas —de 300 que han pasado por el centro de acogida— que está estudiando en la universidad, Filosofía y Letras. Además, trabaja a tiempo parcial en una fábrica de pesticidas, con lo que se puede pagar el alquiler de una habitación. En algunos casos, los menores están en proceso de recuperación hasta diez años. Cuando Palacios acabó el proyecto plasmado ahora en la muestra, que le llevó tres años de trabajo, había habido 1.527 casos de éxito.
La autora de las fotos conoció el trabajo de los centros de acogida de estos menores que tienen Misiones Salesianas, Mensajeros de la Paz o las Carmelitas Vedruna en Benín y Togo. «Como atea —afirmó la fotoperiodista durante la inauguración de la muestra, el pasado 24 de noviembre— me genera mucha admiración y envidia el amor que profesáis al prójimo. Decís que es a través de Dios y no sé muy bien la ruta». En el caso de los salesianos, también en África aplican el sistema preventivo de Don Bosco. Precisamente la exposición se enmarca en el proyecto Soñar sin cadenas, con el que Misiones Salesianas se adhiere al proyecto global para este curso de la inspectoría salesiana Santiago el Mayor, basado en el sueño de san Juan Bosco a los 9 años. El musical Sueños, de Toño Casado, forma parte también de estas iniciativas.
El comisario de la exposición, el fotógrafo y periodista español Chema Conesa, valoró en la inauguración esa capacidad que tiene la fotografía «de enseñar problemas horrorosos con una capa de belleza». Esto lo hacen las comunidades religiosas reflejadas en Niños esclavos; es una «forma de ponerle belleza al horror», algo que también ha sabido reflejar Palacios en sus fotos.