Supermonjas contra la esclavitud - Alfa y Omega

Supermonjas contra la esclavitud

Talitha Kum ha lanzado la comunidad online Supermonjas, cuyo objetivo es recaudar fondos para financiar proyectos de formación para religiosas y de acompañamiento para las víctimas de trata. «Para sacar a una persona de las garras de una red de tráfico se necesitan entre 1.000 y 2.000 dólares», asegura Gabriela Bottani, coordinadora internacional de la red

Victoria Isabel Cardiel C.
El Papa Francisco con Gabriella Bottani y el grafitero Stephen Power, en el Vaticano, el 8 de febrero. Foto: Vatican Media

A Blessing Okoedion le invadió el miedo y el asco cuando supo que había sido vendida a un burdel. No podía creer que no iba a trabajar reparando ordenadores, como le habían prometido. Debía vender su cuerpo en las calles. Esta nigeriana de 32 años llegó a Italia en 2013 procedente de Ciudad de Benín, capital económica del país africano, que además se ha ganado el título menos honroso de ser el epicentro de la trata sexual con destino Europa. «Me engañaron vilmente. Una mujer que parecía un ángel caído del cielo me propuso viajar a Europa para desempeñar un trabajo digno. Mi familia estaba muy orgullosa de mí, porque iba a tener un futuro mejor. Pero aquella mujer era un lobo con piel de cordero», recuerda. Nada más pisar suelo italiano, la encerraron junto con otras mujeres en un piso al que acudían hombres para tener sexo. «El resto de chicas me decía: te acostumbrarás. Pero yo me sentía muerta en vida. Me arrancaron de cuajo las ganas de vivir. Me robaron la dignidad y me hacían sentir como un producto que debía ser usado», explica, sin entrar en detalles escabrosos.

Blessing Okoedion cayó, como muchas mujeres de su país de mayoría cristiana, en manos de una potente organización criminal de tráfico de personas cuyos tentáculos llegaban hasta la mafia italiana de Nápoles: la temida camorra. Le quitaron el pasaporte, le pegaron una brutal paliza y la intimidaron con amenazas de muerte a su familia para disipar cualquier impulso de fuga. «En esas circunstancias la cabeza se llena de preguntas que nunca te atreves a pronunciar en alto. ¿Cuándo viviré una vida normal?; ¿quién me salvará?; Dios, ¿por qué tengo que vivir así?, ¿por qué no soy como las demás mujeres?», relata, dejando claro que si cedió a la esclavitud fue por miedo. «Miedo a morir, pero sobre todo miedo a que hicieran daño a mi familia», remacha, tras indicar las dos cadenas con las que las mafias atan a sus víctimas: las maldiciones de la magia negra y el abono de las deudas a las madames, a quienes deben pagar por haber llegado a Europa.

El final del infierno

Llevaba días rumiando su estrategia. No podía más. Y finalmente consiguió escapar del infierno. Acumuló de una vez todo el coraje que llevaba dentro y se plantó desesperada ante la comisaría de Policía más cercana. Tras contarles todo lo que le había sucedido, los agentes la llevaron a Casa Rut, un centro que gestionan las monjas de la Orden de Santa Úrsula en Caserta, región de la Campania, en el sur de Italia, donde ayudan a identificar a las víctimas de esta lacra y las asisten para que puedan rehacer su vida.

Grafiti para las Supermonjas del artista americano Stephen Powers. Foto: Stephen Powers

Su actividad de lucha contra la trata de personas es parte de la Red Internacional de la Vida Consagrada de nombre Talitha Kum. Gracias a ellas, Blessing no solo ha superado su estigma de víctima de la trata, sino que lo ha convertido es su principal potencial. Además de trabajar como mediadora cultural para ayudar a otras mujeres engañadas a recuperar la sonrisa, ha escrito un libro Il coraggio della libertà (El coraje de la libertad), publicado solo en italiano, que rompe el silencio infame que rodea la explotación sexual presente en Europa. En marzo de 2018 pudo contar su historia al Papa y le puso en una difícil encrucijada». «¿Por qué hay tantos católicos entre los clientes?».

No hay cifras claras, pero diversas asociaciones estiman que en Italia hay entre 30.000 y 50.000 nigerianas que son forzadas a prostituirse. Prácticamente el 80 % de las que llegan al país de la bota. Por eso la región de África subsahariana, junto con Oriente Medio, son dos de los focos de acción para Talitha Kum, que hace poco más de un mes lanzó la comunidad online Supermonjas, cuyo objetivo es recaudar fondos para financiar proyectos de formación para religiosas y de acompañamiento para las víctimas. «Para sacar a una persona de las garras de una red de tráfico se necesitan entre 1.000 y 2.000 dólares. Pero también hay casos donde esa cantidad se amplía incluso hasta los 10.000 dólares, porque la persona necesita un acompañamiento a medio y largo plazo para reconstruir su vida después de toda violencia sufrida», explica la comboniana italiana Gabriella Bottani, que actualmente coordina Talitha Kum a nivel internacional.

Heroínas en acción

Cuantas más personas sepan de Supermonjas, concebido por la Fundación Galileo, una organización dedicada a la creación de servicios informativos en internet, mejor. Por eso, las monjas no han dudado en asociarse con varios artistas callejeros, entre ellos el estadounidense Stephen Power, uno de los más veteranos grafiteros de Estados Unidos, que concibe su colaboración con Talitha Kum como un servicio público. «Pocas veces tengo un mensaje tan importante que mandar como el trabajo que hacen estas monjas todos días. Es un honor que hayan querido contar conmigo y espero que con mi grafitis ayude a que su labor resuene con fuerza para que mucha gente haga donaciones a esta gran causa», señala a Alfa y Omega. El artista urbano también conocido como ESPO, explica que quería representarlas como «heroínas en acción». «Quería que el público las viera de esta manera, justo en este momento en el que faltan otros referentes. Ellas sirven a los demás en silencio, pero son realmente supermonjas».

Sin embargo, la religiosa Bottani, que fue misionera en una de las favelas más peligrosas de Fortaleza (Brasil) durante más de una década, no quiere que les pongan medallas. «Los verdaderos héroes son todos que consiguen salir de una experiencia de violencia estructurada tan brutal y que recomponen su vida», subraya. «Lo nuestro es la perseverancia cotidiana; es no darse jamás por vencidas; es no perder la esperanza y mirar para adelante incluso en los momentos más difíciles. Con la fe, la destrucción y el mal nunca tendrán la última palabra», incide, mientras pone el foco en la necesidad de explicar que la trata de personas es un fenómeno complejo que no se refleja solo en la prostitución de mujeres. El canal comunicativo que se emplea marca la diferencia. «Hubo, por ejemplo, una campaña puesta en marcha en el este de Europa que se hizo enseguida viral por la crudeza de sus imágenes. Pero asociaron de manera equívoca la prostitución solo con la trata de personas. Al final esto causó el efecto contrario al deseado. Las chicas, al ver esta campaña muy importante, no se reconocieron y siguieron cayendo en las manos de los traficantes», señala.

La coordinadora internacional de la red de monjas contra la trata de personas defiende que el uso de la ficción se ha convertido en un «vehículo elocuente» para explicar la realidad: «Desde el principio queríamos difundir nuestro trabajo para encontrar apoyo financiero, pero no encontrábamos la fórmula adecuada. Era muy importante proteger la identidad de las personas con las que trabajamos y, además, también hay religiosas que no desean exponer su servicio y su trabajo al público».

La nigeriana Blessing Okoedion saluda al Papa durante un encuentro en Roma en marzo de 2018. Foto: EFE/Fabio Frustaci

Por eso Talitha Kum ha encontrado en el arte gráfico un aliado. «El binomio artistas y monjas es muy fructífero. Para mí, estas colaboraciones han sido una experiencia maravillosa. Me han ayudado a pensar de un modo distinto y a adquirir un lenguaje que llegue al mundo más allá de la vida en el convento. El arte urbano es un lenguaje que se acerca con facilidad a los jóvenes, a los que a lo mejor la vida consagrada les parece como algo como muy remoto», reflexiona. Además del grafitero Stephen Power, ya se han sumado otros artistas como el famoso dibujante de manga japonés Leiji Matsumoto.

Las cifras de la trata

Según los últimos datos disponibles de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), que analizó en 2019 unos 24.000 casos documentados entre 2014 y 2016 en 142 países, el 49 % de las víctimas globales son mujeres y el 23 % son niñas. Los hombres representan el 21 % de las víctimas documentadas y los niños, el 7 %.

Es un crimen silencioso, de difícil identificación y de rentabilidad semejante al narcotráfico y al contrabando de armas. Lo más difícil –señala Gabriela Bottani, coordinadora de Talitha Kum a nivel internacional– es «dar con las personas que están siendo esclavizadas». «Los traficantes las tienen bajo control. Además, las leyes de caza a los migrantes y refugiados, que son uno de los grupos más vulnerables, no ayudan, porque prefieren esconderse y suelen tener miedo de las autoridades», manifiesta.

En una segunda fase el problema es fundamentalmente el dinero. «Necesitamos instrumentos económicos que nos permitan llevar a cabo un acompañamiento a medio y largo plazo. Sobre todo, en los países donde no existe una cobertura social y sanitaria universal garantizada por los estados». Supermonjas, que se encuentra en la página web patreon.com/SuperNuns, no va a cejar en su empeño de devolver la capacidad de soñar a quienes han sido atrapados por esta barbarie de la esclavitud en el siglo XXI.