Siempre es interesante bucear en lo profundo del corazón humano para entender sus razones cuando hay una ruptura, un enfrentamiento, un adiós; básicamente porque la mayor parte de las veces hemos vivido una experiencia similar y podemos identificarnos, aprender de las acciones del otro e, incluso, tomar como modelo ciertos comportamientos. Es inevitable que la mujer de 40 abandonada por su marido por una de 20 no desee tener 140 millones de visitas en un vídeo en el que pisotee la indignidad del susodicho. O que la chica despechada a poco de su boda por conocer una infidelidad no anhele que su ex vaya a buscarla tras las campanadas y la lleve al Polo Norte con paparazzis incluidos. Pero en toda novela de amor y desamor pública, que genera inflamadas conversaciones hasta en las casas más insospechadas y marca la agenda de lo que importa y lo que no tanto, hay otra derivada: mientras ellos airean sus intimidades por la parte superior de la mesa, por debajo estiran la mano y abren la cartera. Nuestra atención les genera hartas cantidades de dinero. Ya hay hasta calcetines con Casios y Rólex. No dejemos que infantilicen nuestros deseos y moneticen nuestra emoción.