¿Estoy comprometido con mi parroquia?
La fe tiene una dimensión comunitaria irrenunciable y, si se suman esfuerzos, el Evangelio puede llegar mucho más lejos
Este domingo, 7 de noviembre, se celebra el Día de la Iglesia Diocesana con el lema Somos lo que tú nos ayudas a ser. Somos una gran familia contigo. Es una jornada en la que las diócesis recuerdan que la vivencia de la fe tiene una dimensión comunitaria irrenunciable y que, si sacerdotes, religiosos y laicos suman esfuerzos, el Evangelio puede llegar mucho más lejos.
Es cierto que hoy «la creciente movilidad y la cultura digital han dilatado los confines de la existencia» y que el individualismo dominante debilita la existencia de estas comunidades de fieles, pero la parroquia, «visiblemente representada por el edificio de culto», sigue siendo «signo de la presencia permanente del Señor Resucitado en medio de su pueblo» –de acuerdo con la Congregación del Clero–. Y entre tanto sinsentido, como decía san Juan XXIII, ha de ser esa «fuente» a la que los hombres pueden acudir a «calmar su sed».
Hoy más que nunca –en palabras el Papa Francisco a un grupo de obispos italianos reunidos Benevento el pasado verano– las parroquias deben ser «gimnasios de vida cristiana» y «escuelas de servicio a los demás, especialmente a los necesitados». Esto requiere dejarse de lamentos, tirar de creatividad, no aislarse ni volverse autorreferenciales y, sobre todo, el compromiso de todos los creyentes.
Es oportuno plantearse, como anima a hacer el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, si «¿tengo un compromiso con mi parroquia, con mi comunidad, con la Iglesia?» o «¿solamente acudo a la parroquia de visita, de paso?». Cada fiel puede aportar su granito de arena en la construcción de la parroquia. Antes de nada, puede rezar por la comunidad; puede también dedicarle parte de su tiempo; puede poner sus cualidades al servicio de la parroquia, y puede contribuir a su sostenimiento con donativos periódicos (a través de donoamiiglesia.es). Puede y debe.