Seguimos soñando - Alfa y Omega

Después del campo de trabajo para niños tuvimos una convivencia de tres días para un grupo de 19 jóvenes de Kircehir y Nevsehir. Después de obtener los permisos necesarios para salir de la ciudad, partimos con el corazón lleno de alegría. Los jóvenes estaban que explotaban, y era difícil escucharse propiamente en el autobús por las voces, la música y los cantos.

Preparamos estos tres días junto a Abdu, nuestro animador turco, y los cuatro chicos iraquíes del comité de jóvenes. Los jóvenes deseaban tiempo para estar juntos, para rezar y compartir sobre su fe y sus sueños.

Llegamos el sábado por la mañana. Después de un buen desayuno con lo que cada uno había traído, Abdu leyó la parábola del hijo pródigo. Se hizo un poco de silencio y cada joven expresó qué pensaba. Como con los animadores unas semanas antes, los puntos de vista fueron muy variados y opuestos. Al final él recogió todo y dio un mensaje sobre el amor y la misericordia sin límites de Dios nuestro Padre. A continuación dimos un tiempo para la oración personal. Concluimos poniendo en común lo que cada uno había meditado. Y aún durante la comida siguieron haciéndolo entre ellos y con Abdu.

Por la tarde nos dedicamos al trabajo manual. Los chicos limpiaron el jardín de la casa que el obispo nos había ofrecido, y las chicas cortamos la lavanda. Todos juntos la limpiamos y la pusimos en pequeñas bolsas. Ese trabajo nos llevó tiempo y los jóvenes no pudieron ducharse antes de la Eucaristía. Algunos decían: «¡Llevábamos tanto tiempo deseando participar en la Eucaristía, y hoy que podemos hacerlo después de casi ocho meses tenemos que hacerlo sin cambiarnos!».

El domingo fue una jornada de retiro. Durante la Eucaristía, nuestro obispo nos dio unas pistas, y nos pusimos en camino. Los jóvenes no están habituados a meditar mientras se camina,y fue un momento para conocer esa tierra de Capadocia y, sobre todo, para compartir. Al final del día hubo un momento muy lindo de adoración eucarística.

El lunes concluimos con la Eucaristía. Al terminar, nuestro obispo ofreció a cada joven, para su familia, algunas bolsas de lavanda y algunos kilos de manzanas recogidas en su jardín.

Durante la evaluación los jóvenes nos pidieron más momentos como estos para rezar y recibir formación. Los animadores soñábamos ya con todo un programa, pero el coronavirus no lo ha permitido. ¡Seguimos soñando!