La Primera Comunión en el Año de la Misericordia
1. Les hablemos de lo que reciben. De un DIOS que, en Belén, se hizo niño pero que en la Eucaristía se quedó en Cristo para ser el mejor regalo que, cuando se toma, se recupera las fuerzas que el mundo nos roba.
2. Les digamos, a los niños, que otros tantos miles como ellos en el mundo que quisieran recibir la Primera Comunión y no pueden (por falta de sacerdotes o desconocimiento de que Jesús existe). Que lo vean como un privilegio y nunca como un derecho.
3. Les recordemos que, recibir a Cristo, exige conocerle con todo el entendimiento, amarle con todo el corazón y –además- amar a los demás con todas nuestras fuerzas. La comunión no es para lucirla sino para amar a Dios y a los demás.
4. Les invitemos a que, parte de lo que recogen en regalos o donativos, lo hagan llegar a personas necesitadas. De la mesa del rico (y a veces nuestras primeras comuniones son mesas escandalosas) no sólo caigan migajas sino, además, una generosidad sin límites.
5. No les distraiggamos con lo secundario. ¿Sirve de algo revestirlos de punta y blanco si, el corazón, no lo logramos blindar por valores eternos, por trajes de fiesta cristiana?
6. Que en la casa de los comulgantes se note que «algo grande» va a ocurrir. No puede faltar la oración por la mañana y, mucho menos, la de la noche. Dejemos que, los niños comulgantes, sean protagonistas y los que dirijan las oraciones en la bendición de la mesa.
7. «Donde está tu tesoro ahí está tu corazón». Y, los pequeños, notan por nuestras conversaciones y actitudes, gestos o interés dónde está el centro de nuestro pensamiento. Que no nos vean despistados y mirando en una dirección que no es la adecuada: donde miren los padres…mirarán ellos.
8. Potenciemos, con motivo de la Primera Comunión, la relación entre la familia. Jesús, alrededor de una mesa, hizo posible un gran milagro: que se sentarán los honestos, los traidores y hasta el que le negó tres veces. La Primera Comunión es causa de perdón, cercanía, saldar cuentas pendientes y gestos de fraternidad.
9. Recuperemos, con motivo de este Sacramento, nuestro apetito por las cosas de Dios. Cuántas veces, un niño/a que se acerca la mesa del altar, remueve nuestras entrañas y nos hace pensar en «aquel niño/a un día fui». Es motivo para engancharnos de nuevo a la misa dominical, al aprecio por la Iglesia o a la recepción de los sacramentos. ¡Cuántas veces una primera comunión es reflexión de la última que yo hice!
10. Dad gracias a Dios porque, una vez más, nos muestra su misericordia. Porque entra con lo más sencillo (un poco de pan y un poco de vino) en los más pequeños . No dejemos que nada ni nadie desvirtúe este Sacramento. Sólo así podremos contemplar y vivir una de las maravillas que Cristo nos dejó en Jueves Santo: LA EUCARISTÍA.