500 años de la primera Misa en Argentina y la «aventura de construir un país más justo» - Alfa y Omega

500 años de la primera Misa en Argentina y la «aventura de construir un país más justo»

El coronavirus ha obligado a cancelar los tres días de celebraciones en Puerto San Julián con motivo del V centenario de la primera Misa en suelo argentino. El Papa se ha unido a esta celebración, que ha tenido lugar en privado, pidiendo que la certeza de la presencia de Dios, «que moldeó y forjó el alma de nuestra nación», acompañe también a las futuras generaciones

Redacción
Foto: Conferencia Episcopal Argentina

El 29 de marzo de 1520, la escuadra capitaneada por Fernando de Magallanes, en su afán por dar la vuelta al mundo, se adentró en las costas de lo que hoy es Puerto San Julián, en Argentina. Una lengua de mar parecía ser el anhelado estrecho que les permitiría alcanzar el océano Pacífico. El nombre de uno de los extremos de la bahía recoge el resultado: Punta Desengaño. Ante el fracaso que les obligará a seguir circunnavegando la costa, el líder de la expedición decidió atracar en la zona para pasar en tierra el invierno, que ya se acercaba.

De esta estancia de cinco meses nació, por ejemplo, el nombre de Patagonia. Y sucedió también un acontecimiento fundacional para la historia de la fe católica y la evangelización en este país: el 1 de abril, Domingo de Ramos, Magallanes pidió al sacerdote español Pedro de Valderrama, nacido en Écija, que celebrara la Misa en tierra firme. La primera Eucaristía en Argentina, de la que este miércoles se cumplieron 500 años.

Como los discípulos de Emaús

El centenario se había preparado con ilusión, elaborando un cuidado programa de tres días de festejos y conmemoraciones. «Me contaron que trabajaron duro, con fuerza y mucha ilusión. Querían que la alegría y el festejo por el don recibido no quedara limitado a unos pocos, sino que pudiera hacerse eco y alcanzar los distintos rincones del país», reconocía el Papa Francisco en la carta enviada con motivo de la efeméride.

La crisis desatada por la pandemia de COVID-19 ha obligado a cambiar los planes. Esta circunstancia ha dejado a muchas personas «como los discípulos de Emaús, caminando con el semblante triste por lo que sucede, intranquilos por cómo se desarrollará y preocupados por las consecuencias que dejará. Qué bien nos hace en este contexto decir suplicantes como ellos: “Quédate con nosotros, porque atardece y el día se acaba”».

Recordando una idea a la que ya ha aludido en sus reflexiones diarias en días pasados, el Pontífice recuerda al obispo de Ríos Gallegos, a quien dirige la misiva, que en esta fiesta no faltará lo esencial: «La presencia de Jesús en la Eucaristía que, silenciosa y discretamente nos acompaña desde hace más de 500 años, es el sacramento de la alianza que Dios quiso sellar con su pueblo, con nuestro pueblo». Un pueblo en el que Él está en medio, alentando el camino. «Esta certeza que heredamos de nuestros padres y abuelos es la reserva espiritual que acompañó, moldeó y forjó el alma de nuestra nación», y que debe modelar la vida de las futuras generaciones.

Por todo el país continúan —profundiza el Papa— escuchándose las palabras «hagan esto en memoria mía». Y empujan al pueblo cristiano, un pueblo «sacerdotal» por el bautismo, a seguir buscando formas de multiplicar los panes «para que nadie quede al costado del camino», tampoco estos momentos.

«Dar la vuelta a mi mundo»

Sin embargo, aunque no se pudo mantener el calendario original de celebraciones, el V centenario de la primera Misa en Argentina sí tuvo su Eucaristía de conmemoración. La celebró en soledad monseñor Jorge García Cuerva, obispo de Río Gallegos, donde se encuentra Puerto San Julián, y se pudo seguir a través de los medios de comunicación.

Aludiendo a la decepción que suponía no poder estar a los pies del monumento conmemorativo en San Julián, monseñor García Cuerva recordó que también «en estos 500 años nosotros hemos perdido mucho» como país y como Iglesia: «esperanzas, oportunidades de desarrollo, a tantos hermanos…», recoge la agencia argentina Télam. Partiendo del contexto de la expedición en la que tuvo lugar esa primera Misa, el obispo pidió que «como Magallanes nos animemos a la aventura»; en este caso la «de construir un país más justo, la de descubrirnos hermanos, la de multiplicar la esperanza, la solidaridad, alimentados por el Pan de Vida que está entre nosotros desde hace 500 años».

Puesto que la expedición culminó con la vuelta al mundo, el obispo de Ríos Gallegos también animó a cada fiel argentino a «dar vuelta a mi mundo, dar vuelta a nuestro mundo, dar vuelta a nuestra iglesia; dar vuelta a nuestra Argentina». Para ello llamó a una «revolución de la ternura», saliendo de uno mismo y anunciando «al mundo, con palabras y obras, que Jesús nos ama, que está con nosotros en la Eucaristía, en el hermano, y que quiere que seamos felices».