Servir, lo primero - Alfa y Omega

Una parroquia de una isla del Caribe, de cuyo nombre no puedo acordarme, nos ha contado que se están preparando concienzudamente para participar en la JMJ de Madrid. No se la quieren perder bajo ningún concepto. Rezan a diario por esta intención, y toda la comunidad se ha puesto a reunir dinero para enviar a una persona.

Con la penuria económica que padece ese país (a su lado, nuestra crisis es un mar de abundancia), conseguir el pasaje de un vuelo transatlántico no es moco de pavo. Así que quien más y quien menos ha buscado un trabajo extra, alguna chapucilla, la venta de enseres que no son indispensables en casa…, y todo eso va a un fondo común. Al final, cuando hayan conseguido lo necesario, se rifarán ese billete aéreo entre los jóvenes de la parroquia, y el elegido por el procedimiento apostólico para escoger a san Matías les representará ante el Papa, en la Cibeles y Cuatro Vientos.

Historias como ésta llegan a diario, y ponen a prueba nuestro lenguaje. Tengo mis dudas de si el afortunado es el suertudo que será enviado, o los que se han deslomado para mandar a su representante. La fe no sólo mueve montañas, también atraviesa océanos.

Pienso que la generosidad es una constante en la JMJ. Y no hablo sólo de dinero, que -entre nosotros, ahora que no nos oye el director financiero de la JMJ- es lo de menos. Me refiero a la disponibilidad para servir, para ponerse a disposición de lo que haga falta, por encima de preferencias e inclinaciones personales.

Se ve en tantas personas, que no dudan en pedir a diestro y siniestro que arrimen el hombro, a veces con tanta intensidad que extraña que no pierdan las amistades. Me viene a la cabeza uno, que ha pedido tantos favores a colegas suyos que trabajan en productoras audiovisuales para que nos hagan spots gratis, que cuando termine la JMJ tendrá que recomenzar la agenda de teléfonos.

Pero lo más admirable no es ser generoso con mis cosas, sino con uno mismo. En enero, la JMJ ha pasado de la fase de planificación a la fase más operativa de ejecución, y ha sido preciso adaptarse a esa nueva situación, y reestructurar funciones, responsabilidades y tareas. A quien hacía una cosa se le ha rogado que haga otra; a quien tenía una responsabilidad se le ha sugerido que deje lo que estaba haciendo, y muy bien, y pase a otra área operativa; a quien mucho mandaba se le ha pedido que ceda parte de sus competencias a un recién llegado, para distribuirnos mejor el trabajo. Gente que no predica, sino que practica que servir es lo primero.

Yago de la Cierva es Director de Comunicación de la JMJ