Nochebuena - Alfa y Omega

Nochebuena

Manuel Lozano Garrido, Lolo

Son las seis de la tarde del 24 de diciembre.

Te hablo, pues, a una hora en que ya están puestos todos los belenes del universo. Tal vez quede una mujer que barre los recortes de musgo, mientras otra extiende su mantel y cuida la sopa de almendras.

Por las aceras van los hombres con la alegría de las pagas extraordinarias, y en la calle de abajo se ha sentido la explosión de la primera zambomba.

El mundo tiene un sobrefondo de voces blancas, y ya no hay multas ni señales de tráfico para los serafines.

Te lo mereces todo, Cristo, porque ya es atarse de pies y manos en la carne de un niño, y meterse a punta de ternura en los dominios de la crueldad.

Y ellos también, que es bien difícil sobrellevar los 364 latigazos de un calendario.

Bien está un día de holguras en el corazón y de caricias en la frente.

Que te vayan los niños y te jueguen a hacer con los ojos auroras de ternura.

Que te lleguen los mozos y apuren sus bengalas de ilusión.

Que los matrimonios renueven, en tu llanto de recién nacido, su manantial de dulzura.

Que los ancianos crezcan sobre las palpitaciones que estremecen su raíz de tronco fuerte.

A las seis de la tarde del 24 de diciembre, con todos los belenes del mundo puestos, quiero que te alcance la oración de un hombre que ha de cenar con sol y comida de régimen, a lo más sin otro símbolo de fiesta que una leve estrella de purpurina.

Manuel Lozano Garrido (Lolo)
de Dios habla todos los días