Corazón de pastor - Alfa y Omega

Corazón de pastor

Tras anunciar el Papa su renuncia al ministerio petrino, escriben los obispos auxiliares de Madrid sobre tres distintos aspectos del gran tesoro que ha sido la vida y el ministerio de Benedicto XVI para la Iglesia y para el mundo. En él –afirma monseñor Herráez en esta página–, «el Señor nos ha regalado un maestro de la fe, que comunica, ilumina y orienta con fina sabiduría, cercanía paternal, admirable sencillez y profunda espiritualidad», que vive y transmite la certeza, como se lee en la segunda parte de Jesús de Nazaret, de que «a Dios, la Historia no se le va de las manos», y sin duda «bueno es recordar ahora sus palabras para poner el momento presente de la Iglesia en las manos de Dios»

Fidel Herráez Vegas
Benedicto XVI saluda a varios niños a su llegada al aeropuerto de Guanajuato, durante su viaje a México en marzo del año pasado

Estamos viviendo, en estos días, con la conmoción interior que nos ha producido la renuncia de nuestro querido Santo Padre Benedicto XVI al ministerio del obispo de Roma, sucesor de san Pedro. Son muchos los sentimientos que se agolpan en nuestro corazón: serena tristeza, porque perdemos a quien nos ha guiado e iluminado, en el nombre del Señor, en estos últimos años, con tanta entrega y sabiduría; afecto y admiración profundos, por este nuevo acto de humildad, amor y servicio a la Iglesia de Cristo, a la que el Papa ha considerado que en este momento sirve mejor dejando el timón de la barca de Pedro en otras manos con más fuerza y vigor físico, mientras que él la seguirá sirviendo con la oblación de su vida en oración; inmenso agradecimiento, por haber conducido con fe y decisión el camino de la Iglesia y del mundo hacia Cristo, mostrándonos en todo momento su corazón de pastor. Os daré pastores según mi corazón (Jer 3, 15), dice el Señor a través del profeta Jeremías. En Benedicto XVI, en sus palabras y en sus obras, hemos visto el reflejo del corazón del único Pastor, Cristo, que amó a los suyos hasta el extremo, entregando su vida para que otros tengan vida en abundancia.

Hemos podido contemplar la caridad pastoral del Papa Benedicto XVI en los numerosos encuentros que ha tenido a lo largo de estos años, dentro y fuera de Roma, en ámbitos eclesiales, sociales y culturales muy diversos; con tantos fieles laicos, obispos, sacerdotes, miembros de institutos de vida consagrada, jóvenes y adultos, creyentes y alejados; así como con representantes de otras confesiones religiosas y de la sociedad civil, para quienes ha tenido siempre respeto, diálogo, claridad y palabras sabias, indicando a todos el camino que conduce a Cristo y, por tanto, al verdadero bien del hombre y de los pueblos.

Las grandes decisiones que ha tomado el Papa en su gobierno pastoral ponen también de manifiesto el empeño del Pontífice para que toda la Iglesia sea una auténtica comunión de caridad, comprometida en el servicio a los más débiles y necesitados. Hay que recordar, por ejemplo, la convocatoria del Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización y el Año de la fe, para revitalizar la vida cristiana y el compromiso evangelizador de muchos bautizados en situaciones de debilidad o abandono de su propia fe; la celebración del Año Sacerdotal, con el objetivo de renovar la entrega plena y fiel de los sacerdotes al servicio del pueblo de Dios, al tiempo que ha pedido perdón y ha tomado medidas eficaces para reparar dolorosas situaciones provocadas por el pecado; los intentos de tender puentes y buscar fórmulas adecuadas para promover la unidad en el seno de la comunión de la Iglesia; unidad de los cristianos, que él mismo puso entre las prioridades de su pontificado, a través de un sincero diálogo ecuménico basado siempre en la búsqueda de la verdad; la mirada al mundo con permanente sensibilidad pastoral, promulgando, hace sólo unos meses, una normativa que ayude a la Iglesia a realizar mejor el servicio de la caridad con las personas y los pueblos más necesitados.

Maestro de la fe

En la acción pastoral de Benedicto XVI, el Señor nos ha regalado un maestro de la fe de la Iglesia, que comunica, ilumina y orienta con fina sabiduría, cercanía paternal, admirable sencillez y profunda espiritualidad; ciertamente contagia, como se propone, la alegría de creer, la paz de la confianza y las obras del amor. En el ejercicio de su ministerio, ha destacado la búsqueda de la gloria de Dios, el bien de la Iglesia y su proyección evangelizadora en el mundo, por encima de cualquier otra consideración. Como él mismo nos decía en la homilía de la Misa que celebró el pasado Miércoles de Ceniza, nuestra actividad dará fruto en la medida en que no busquemos nuestra propia gloria y seamos conscientes de que la recompensa del justo es Dios mismo, estar unidos a Él, aquí en la tierra, en el camino de la fe, y al final de la vida, en la paz y en la luz del encuentro con Él cara a cara para siempre.

«A Dios, la Historia no se le va de las manos», se lee en la segunda parte del libro del Papa Jesús de Nazaret. Bueno es recordar ahora sus palabras para poner el momento presente de la Iglesia en las manos de Dios; y para vivirlo con la certeza de la fe y la filial confianza en su providencia amorosa. ¡Gracias, Santidad, por la luz para el camino que nos deja con su magisterio y con su vida! ¡Gracias, porque sabemos que, aunque de otra manera, nos seguirá acompañando en el caminar de la Iglesia, con su entrega, su testimonio y su oración!