19 de noviembre: san Rafael Kalinowski, el desertor que fue condenado a muerte - Alfa y Omega

19 de noviembre: san Rafael Kalinowski, el desertor que fue condenado a muerte

Los diez años que pasó desterrado en Siberia hicieron de Rafael Kalinowski un santo por despojamiento: «No tengo nada más que la oración», decía. En realidad, lo tenía todo

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
San Rafael Kalinoswki. Foto: archivecarmel.pl.

Rafael Kalinowski es la prueba de que, en ocasiones, Dios es capaz de hacer maravillas a partir de personas rotas. Oriundo de una familia polaca, vio la luz por primera vez en Vilna, hoy la capital de Lituania y por entonces una de las grandes ciudades del imperio del zar. Su madre murió a los dos meses de parir, y su padre se volvió a casar otras dos veces más. Desde pequeño se veía llamado a la vida militar y no dudó en ingresar en la escuela de ingenieros de San Petersburgo, al servicio del Ejército imperial. Ascendió rápidamente, pero algo le faltaba: «No encuentro la paz del corazón», le confiesa a su hermano en una carta.

Ayudó un cambio de destino que le llevó a trabajar en la línea férrea Kursk-Kiev-Odessa. Perdido entre los parajes monumentales de la estepa rusa leyó las Confesiones de san Agustín y comenzó a percibir un mundo espiritual que le era ajeno: «En la completa soledad en la que vivo –escribió a la familia– he reconocido el valor de los conceptos religiosos y, finalmente, me he dirigido hacia ellos».

El carmelita polaco Jerzy Nawojowski, secretario de la Universidad de la Mística, asegura que «fue en esta época cuando san Rafael recuperó una relación íntima con Dios. Le ayudó mucho el ejemplo de un compañero de trabajo que empezaba sus días con una oración. Ese pequeño detalle diario influyó mucho en su proceso de conversión».

Un cambio de bando

Con una mirada distinta ya sobre la vida, en 1860 le ascendieron a capitán con destino a la fortaleza de Brest Litovsk, donde empezó a dar clases los domingos a jóvenes de la calle y donde acogió en su propio apartamento a uno de ellos. Eran los años en los que se gestaba en su tierra natal un levantamiento contra la opresión zarista, lo que provocó en Rafael un gran dilema: «No era capaz de llevar el uniforme del Ejército ruso mientras mi corazón se despedazaba sabiendo que se derramaba la sangre de mis compatriotas», escribió años después.

Así, en mayo de 1863 solicitó la baja en las tropas del zar y al año siguiente el Gobierno polaco clandestino le nombró ministro de Guerra. Aceptar este cargo fue, en realidad, un suicidio, porque Kalinowski era plenamente consciente de que los insurgentes no tenían nada que hacer ante la maquinaria de guerra rusa. En marzo del año siguiente, con la rebelión aplastada, Kalinowski fue detenido y condenado a muerte. Sin embargo, la pena fue conmutada por diez años de trabajos forzosos en Siberia. ¿Por qué? No cuesta trabajo pensar que fue el carácter del santo lo que movió a las autoridades a esta decisión. De hecho, entre sus antiguos camaradas del Ejército ruso era conocido como el santo polaco.

Comenzó así para él un largo viaje a pie hacia el lago Baikal, nueve meses en los que vio morir a muchos prisioneros. Llegó a un lugar en el que las temperaturas en invierno no subían de los -20 ºC. En tan duras condiciones escribió: «Fuera de la oración, no tengo nada que ofrecer a mi Dios. No puedo ayunar, no tengo nada para dar en limosna, me faltan las fuerzas para trabajar. No me queda nada más que orar y sufrir. Pero jamás tuve tesoros tan grandes y valiosos como estos».

Diez años después, vuelto del destierro, fue nombrado preceptor del príncipe heredero de Polonia, el joven Augusto Czartoryski, sobre el que influyó de tal manera que, años más tarde, se hizo salesiano y ha sido beatificado por la Iglesia. En 1877, Kalinowski entró en el carmelo en Austria y después fue enviado a Polonia, donde se dedicó a fundar nuevos conventos y, sobre todo, a la confesión y la dirección espiritual, entre muchos otros de san Alberto Chmielowski, el laico que tanto influyó en Juan Pablo II. «La gente hacía cola de madrugada para confesarse con él. No era un gran predicador, pero sí un especialista en el tú a tú. Se refería a la confesión como el bautismo de la inmensa misericordia divina», dice Nawojowski.

«Somos atraídos por la acción, pero pocas gentes caen en la cuenta de la importancia de la oración», solía decir. Murió en Wadowice, la ciudad natal del Papa Wojtyla, a los 70 años, mientras musitaba: «Muy bien, ahora voy a descansar».

Bio
  • 1835: Nace en Vilna
  • 1852: Ingresa en la academia militar de San Petersburgo
  • 1863: Solicita la baja en el Ejército del Zar
  • 1864: Es arrestado por los rusos y condenado a muerte
  • 1874: Consigue la libertad y es nombrado educador del príncipe Augusto Czartoryski
  • 1877: Ingresa en el carmelo
  • 1907: Muere en Wadowice
  • 1991: Es canonizado por Juan Pablo II