El Papa pide «una intervención urgente» ante la crisis de los niños inmigrantes en EE. UU. - Alfa y Omega

El Papa pide «una intervención urgente» ante la crisis de los niños inmigrantes en EE. UU.

Al Papa le preocupan las «decenas de miles de niños que emigran solos» a EE. UU. «para escapar de la pobreza y de las violencias». «Esta emergencia humana reclama una intervención urgente, que estos menores sean acogidos y tutelados», afirma Francisco, en un mensaje enviado al Congreso sobre movilidad humana y desarrollo que organizan la Santa Sede y el Gobierno mexicano, del 12 al 15 de julio, en Ciudad de México, y que fue inaugurado el lunes por el Secretario de Estado vaticano, el cardenal Parolin. «¡Cuánta violencia política, económica y social en nuestro mundo!», lamentó, aludiendo a las causas que fuerzan a millones de personas a abandonar su tierra

Ricardo Benjumea

«La globalización es un fenómeno que nos interpela, especialmente en una de sus principales manifestaciones como lo es la emigración. Se trata de uno de los signos de estos tiempos que vivimos y que nos recuerdan las palabras de Jesús: ¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo? (Lc 12,57)». Así arranca el mensaje del Papa, que leyó el nuncio, monseñor Christophe Pierre, al comienzo del Congreso sobre movilidad humana y desarrollo.

«La migración es vista aun como emergencia, o como un hecho circunstancial y esporádico –lamenta el Papa–, mientras se ha convertido ya en un elemento característico y en un desafío de nuestras sociedades. Es un fenómeno que trae consigo grandes promesas junto a múltiples desafíos. Muchas personas obligadas a la emigración sufren y, a menudo, mueren trágicamente; muchos de sus derechos son violados, son obligados a separarse de sus familias y lamentablemente continúan siendo objeto de actitudes racistas y xenófobas».

«Frente a tal situación –añadía–, repito aquello que he tenido oportunidad de afirmar en el Mensaje para la Jornada mundial del Migrante y del Refugiado de este año: “Es necesario un cambio de actitud hacia los migrantes y refugiados por parte de todos; el paso de una actitud de defensa y de miedo, de desinterés o de marginación –que, al final, corresponde precisamente a la cultura del descarte– a una actitud que tenga a la base la cultura del encuentro, la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor».

Pero el aspecto quizá más llamativo del mensaje de Francisco son sus referencias a las «decenas de miles de niños que emigran solos, no acompañados, para escapar a la pobreza y a las violencias: ésta es una categoría de migrantes que, desde Centro América y desde México, atraviesa la frontera con los Estados Unidos de América en condiciones extremas, en busca de una esperanza que la mayoría de las veces resulta vana. Ellos aumentan día a día. Tal emergencia humanitaria reclama en primer lugar intervención urgente, que estos menores sean acogidos y protegidos. Tales medidas, sin embargo no serán suficientes, sino son acompañadas por políticas de información sobre los peligros de un viaje tal y, sobre todo, de promoción del desarrollo en sus países de origen. Finalmente, es necesario frente a este desafío, llamar la atención de toda la comunidad internacional para que puedan ser adoptadas nuevas formas de migración legal y segura».

«¡Cuánta violencia política, económica y social en nuestro mundo!»

Este tema fue objeto la pasada semana de una Declaración conjunta de los obispos de EE. UU., México, El Salvador, Guatemala y Honduras, que lanzaron un llamamiento a las autoridades de sus respectivos países a respetar «la vida, dignidad y derechos de toda persona, independientemente de su condición migratoria», a combatir a las mafias. En particular, se dirigieron al Congreso norteamericano, apoyando la petición del obispo de El Paso (Texas), urgiendo a «dar una respuesta integral al problema, creando políticas públicas que den servicios básicos y protección a migrante, examinando las raíces del éxodo migratorio».

El cardenal Parolin habló también de este asunto en la inauguración del seminario organizado por el Vaticano y el Gobierno de México. Ante el desbordamiento de las autoridades estadounidense por la masiva llegada de niños solos, el Secretario de Estado del Papa resaltó que «la política es el arte de los posible. Hagamos posible lo que parecía imposible», dijo, en aparente alusión a las dificultades de la Administración Obama a llegar a acuerdos en esta materia con el Partido Republicano, defensor de una línea dura contra la inmigración.

En referencias más genéricas a la inmigración, el cardenal Parolin resaltó que la Iglesia reconoce que «el emigrante tiene el deber de integrarse en el país que le acoge», y que «el Estado tiene el deber de defender sus propias fronteras», pero «sin olvidar en ningún caso el respeto de los derechos humanos y el deber de la sociedad».

Al mismo tiempo, «el único citerior absolutamente válido para evaluar si una comunidad política cumple con su vocación de servicio al bien común es la calidad de su servicio a las personas, pero de un modo especial a las más pobres y las vulnerables», como son aquellos emigrantes y refugiados que huyen de «la violencia, la falta de seguridad, las guerras, el desempleo y la miseria». «¡Cuánta violencia política, económica y social en nuestro mundo!», añadió. «Atónitos, contemplamos en pleno siglo XXI a las víctimas de la trata humana, a los que son obligados a trabajar en condiciones de semi-esclavitud, a los que son abusados sexualmente, a los que caen en las redes de bandas criminales que operan a nivel transnacional y que a veces cuentan con impunidad a causa de la corrupción y ciertas connivencias».

Además, el Secretario de Estado resaltó que las naciones «más avanzadas desde el punto de vista económico y social deben su desarrollo en gran parte a los emigrantes». Por el contrario, aquellos países que tratan a los inmigrantes «con prejuicios, como sujetos peligrosos o dañinos, demuestran ser muy débiles y poco preparadas para los retos de los decenios venideros».