1.700 aniversario del Edicto de Milán. El inicio de la libertad - Alfa y Omega

1.700 aniversario del Edicto de Milán. El inicio de la libertad

Hace 1.700 años, el emperador Constantino dio un vuelco a la Historia al disponer, junto al también emperador en Oriente, Licinio, que se pusiera fin a las persecuciones contra los cristianos. Gracias al Edicto de Milán, dio comienzo una floreciente etapa de libertad, que en palabras del cardenal Angelo Scola, arzobispo de la diócesis ambrosiana, «representa el acta de nacimiento de la libertad religiosa y del Estado laico». Una exposición en el Palacio Real de Milán celebra este acontecimiento con piezas arqueológicas pertenecientes a la época del Edicto

Eva Fernández
Placa votiva con una cruz entre los ojos (siglos VI-VII). Fábrica de San Pedro, Ciudad del Vaticano.

Los primeros años del siglo IV no pintaban bien para los cristianos. Apenas había comenzado el 301 cuando el emperador Diocleciano desató una de las mayores persecuciones contra los que consideraba enemigos del Imperio. Casi todas las iglesias fueron demolidas, se quemaron textos sagrados, miles de cristianos fueron asesinados por negarse a hacer sacrificios a los dioses, y los que sobrevivieron quedaron privados de cargos públicos y derechos civiles. Nuestro santoral está cuajado de historias de esos valientes, como los 40 de Sebaste, legionarios romanos que prefirieron morir congelados a renunciar a su fe cristiana. Cuando uno de ellos cedió, un encargado de su custodia bajó al hielo para ocupar su lugar en el martirio.

La Historia nos cuenta que el sucesor de Diocleciano, Constantino, tras derrotar a Majencio en la batalla de Ponte Milvio, decidió poner fin a la persecución. En febrero de 313, el emperador de Oriente, Licinio, se encontraba en Milán para casarse con la hermana de Constantino, Constanza. Allí se forjó el Edicto de Milán, cuyos detalles han llegado a nosotros gracias a las cartas escritas por Eusebio de Cesárea y Lactancio:

«Nosotros, pues, hemos resuelto conceder a los cristianos y a todos los demás la libertad de seguir la religión en la que cada uno cree, para que la divinidad que está en el cielo, cualquiera que sea, traiga paz y prosperidad a todos nosotros y a nuestros súbditos».

El paganismo dejó de ser la religión oficial del Imperio y el Edicto permitió que los cristianos gozaran de los mismos derechos que otros ciudadanos. Desde ese momento, con la excepción de un nuevo período de persecución decretado en Oriente por el propio Licinio, la Iglesia pasó a recibir reconocimiento jurídico por parte del Imperio, lo que permitió un rápido florecimiento.

La libertad religiosa que esbozó el perfil de Europa

Hace 17 siglos, gracias al Edicto de Milán, cuyo aniversario celebramos este 2013, comenzaron a arraigarse en Europa los valores del respeto a la dignidad humana, la cooperación entre religión y Estado y la defensa de la libertad de conciencia, un patrimonio que ya forma parte de nuestra herencia común cristiana. Cuando, en 1947, los fundadores de la nueva Europa, Schuman, Adenauer o De Gasperi, pusieron los cimientos de lo que hoy somos, pensaban en esos mismos valores que afloraron a partir del Edicto de Milán.

El cardenal Angelo Scola, arzobispo de Milán, en el tradicional discurso a su ciudad del pasado 6 de diciembre (víspera de la fiesta del Patrono, san Ambrosio), subrayaba el importante significado histórico del Edicto, en lo que se refiere al nexo entre libertad religiosa y paz social:

«Al contrario de lo que se podría pensar, los conflictos no disminuyen, sino aumentan, cuando el Estado reduce los márgenes de la diversidad religiosa», y hoy –añadía el cardenal arzobispo de Milán–, «en las sociedades occidentales, y sobre todo europeas, las divisiones más profundas son las que hay entre la cultura secularista y el fenómeno religioso, y no –como se piensa a menudo, erróneamente– entre los creyentes de diferentes religiones. (…) Bajo la apariencia de neutralidad y de objetividad de las leyes, se cela y se difunde, por lo menos en los hechos, una cultura fuertemente connotada por una visión secularizada del hombre y del mundo, que no tiene apertura a la trascendencia».

El cardenal Scola abría así un interesante debate en Italia, para centrar la celebración de este aniversario. También el Papa rememoró el aniversario, durante su reciente viaje al Líbano: «No temas pequeño rebaño (Lc 12, 32) –les dijo a los probados cristianos de Oriente Próximo–, y acuérdate de la promesa hecha a Constantino: Con este signo [la cruz] vencerás».

En Milán, el Palacio Real lo celebra con una exposición en la que ha reunido más de 200 piezas recuperadas de las excavaciones arqueológicas que se han llevado a cabo en la ciudad, una de las más importantes de Occidente en la época del Edicto. La muestra traza un recorrido histórico, artístico, político y religioso por los avatares que sufrió Milán, desde que fue escogida como capital del Imperio hasta la conversión de Constantino y su bautizo poco antes de morir. A través de piezas tan simbólicas como la placa votiva en la que la cruz centra la mirada de un sujeto, los cristogramas, retratos y armaduras, en la muestra desfilan los protagonistas de una época que marcó el inicio de la libertad.