China, en la oscuridad que precede al amanecer
Don Tomás es un sacerdote chino que se está formando en España, igual que Felipe, seminarista de su misma nacionalidad. Se preparan para volver a China. La situación allí es difícil, pero el futuro –están convencidos– se presenta prometedor
En España, don Tomás puede darse el lujo de salir a la calle vestido de cura. En China, no puede arriesgarse a llamar tanto la atención. Por eso, «normalmente voy vestido de laico», explica.
Se está formando en Navarra, con la ayuda del Centro Académico Romano Fundación (CARF), que organizó el pasado viernes, en el Club Zayas de Madrid, un coloquio sobre la persecución religiosa en China. Además del sacerdote, participó un seminarista, también chino, llamado Felipe.
Sacerdote y seminarista proceden de familias tradicionalmente católicas. «Mis antepasados, desde hace más de 200 años, son católicos», explica don Tomás.
Cuando regresen a China, les espera una realidad difícil. Tendrán que volver a celebrar los sacramentos en la clandestinidad.
Tomás y Felipe son miembros de la Iglesia no oficial, fieles al Papa. Las únicas iglesias que se ven por las calles son las que las autoridades permiten construir a la Asociación Patriótica, que obedece las directrices del régimen comunista. «Nosotros no tenemos iglesias. Celebramos los sacramentos en las casas de los fieles. Intentamos poner cruces para indicar a los fieles que allí hay un lugar donde poder rezar, y el Gobierno nos las quita. Eliminan todos nuestros signos exteriores», explica don Tomás.
El Gobierno también quiso borrar del mapa el seminario en el que se estaba formando Felipe. «Estuve viviendo dos años en una habitación del seminario para evitar que el Gobierno destruyera el edificio. Me vigilaban durante las 24 horas del día para saber si abandonaba el edificio y, entonces, tirarlo abajo», asegura.
Diócesis sin obispos
El sacerdote y el seminarista pertenecen a diócesis distintas, con un importante elemento común. «Mi obispo –explica don Tomás– lleva más de 15 años en la cárcel. Está desaparecido. No tenemos noticias suyas. No le dejan recibir visitas ni de sus familiares». El obispo de Felipe también está recluido, aunque en una vivienda fuera del territorio de la diócesis. Para abandonar el domicilio tiene que pedir permiso a las autoridades, que «se lo deniegan siempre, porque no pertenece a la Iglesia oficial». Este verano Felipe trató de reunirse con él, pero ni siquiera pudo acercarse a su casa, vigilada por cámaras de seguridad.
Salir de caza…
Pero los sacerdotes no son los únicos que tienen problemas para celebrar su fe en China. Los laicos están también en el punto de mira. «La policía sale de caza a por los responsables de las comunidades», explica don Tomás. En cada pueblo hay una parroquia, pero al faltar sacerdotes, se nombra a un fiel católico, piadoso, responsable de esa comunidad. Él se encarga de avisar cuándo viene el sacerdote, cuándo es la Misa, a qué hora es la catequesis… Este responsable es el vínculo entre la comunidad y el sacerdote, «y la policía sale a cazar a estas personas. Los meten en la cárcel, los multan, los insultan e incluso se producen episodios de violencia física contra ellos», asegura don Tomás.
En lo que respecta a los cristianos, sin embargo, ambos reconocen que ya no estamos en tiempos de la sangrienta persecución que se produjo durante la Revolución Cultural. Los métodos del Gobierno de Pekín son mucho más sutiles, buscando más controlar a los cristianos que erradicarlos, batalla que Pekín tendría perdida de antemano. El objetivo es «confundir a los fieles. En todas las diócesis que tienen un obispo de la Iglesia clandestina, el Gobierno nombra a un obispo de la Iglesia oficial, y, al haber dos obispos en la misma diócesis, los fieles no saben con cual quedarse», afirma Felipe.
Florecimiento de la comunidad
El número de cristianos crece en los últimos años a gran velocidad en el país, fundamentalmente entre los grupos evangélicos. Con respecto a los católicos, aunque no existen estadísticas oficiales, se estima que el número, entre la Iglesia clandestina y la oficial, ronda los 12 millones. Sólo en la Pascua de 2014, la agencia Fides asegura que se bautizaron 20 mil chinos. Estas cifras todavía son insignificantes a la luz de los 1.350 de millones de chinos que existen en la actualidad. Pero de continuar esta tendencia, China se convertirá pronto en el país con mayor número de católicos del mundo.
Ante esta aparente contradicción entre represión y expansión de la fe, don Tomás afirma que «el oro, aunque lo ocultes, brilla. Y si lo destrozas, salen más pedazos, pero brillantes. Donde hay más persecución, hay más crecimiento. Nosotros solemos pensar al revés, y ahí se ve la grandeza del Señor».
Horas previas al amanecer
A pesar de todas las dificultades, y sin duda a raíz de ellas, don Tomás espera «un futuro maravilloso. Estamos en la oscuridad previa al amanecer».
A los católicos de España y de otros lugares, lo primero que les pide es oración, que «tengan presente que hay una parte de la Iglesia que está sufriendo, y tenemos que apoyarlos con nuestra oración, y luego, después, colaborar en las necesidades materiales. Hay diócesis enteras que no tienen ni ornamentos para celebrar la Santa Misa», concluye el sacerdote.