Mochilas ligeras llenas de Dios

El mensaje del Papa para la Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado que la Iglesia viene celebrando hace más de 100 años, este año está en línea con su llamamiento continuo a cuestionarnos el modelo de desarrollo que causa miles de víctimas. Los inmigrantes son el «emblema de exclusión» de ese sistema.

La denuncia de Francisco está en línea también con los objetivos del recientemente creado Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, que «quiere atender a los migrantes, los necesitados, los encarcelados, los desempleados»…, «víctimas de un desarrollo exclusivista que hace que los ricos sean cada vez mas ricos y los pobres cada vez más pobres». Un progreso construido «sobre la explotación de muchos». Nos decía hace pocos meses Fabio Baggio, de la Sección Migrantes y Refugiados de este dicasterio, que hoy casi nadie cuestiona el modelo económico consumista. Y es verdad.

El Papa está empeñado en ir a la raíz de la exclusión y de tanto sufrimiento evitable. Que la política, la cultura y la pastoral tengan como centro a la persona es el gran reto al que estamos llamados. Un reto que tiene la Iglesia desde siempre. Se trata de amar con amor de promoción.

Baggio nos habló también de esto: Dios se revela en el totalmente distinto. Haciendo una analogía del amor matrimonial nos hablaba de un amor que llega a dar la vida. ¿Estamos dispuestos a amar así para construir un mundo donde quepa la persona en su totalidad, todas las personas? Se trata ni más menos que del Mandamiento Nuevo. El Papa supera el «solo migrantes» y la dialéctica de «los pobres de aquí y los pobres de allí», así como la dialéctica asistencia-promoción. Es hora de asistir promoviendo y de promover asistiendo, superando los viejos asistencialismos humillantes.

Mano de obra barata

Se trata de promover, uno de los cuatro verbos clave. El Papa no habla en su mensaje de derechos, sino de promoción. En una sociedad donde los deseos se convierten en necesidades y las necesidades en derechos, hablar de los derechos de los migrantes en una lista interminable de todo tipo y pelaje… cae en saco roto. Porque el problema es que, como dice el arzobispo de los Ángeles (EE. UU.):«Estamos aceptando tácitamente una subclase permanente de hombres y mujeres que viven en las afueras de nuestra sociedad. Ellos cuidan de nuestros hijos, construyen nuestras casas y limpian nuestras oficinas, recogen los alimentos que comemos…». Mano de obra barata, sin papeles, inmigrantes, extranjeros… El Papa dice: se trata de personas.Se trata de promoción, de dignidad, de fraternidad.

No son pocos los testimonios que me he ido encontrando en mi propia vida y ahora en diferentes diócesis, parroquias y comunidades. Una nueva ya vieja que siempre resulta nueva: Los migrantes traen mochilas muy ligeras llenas de Dios. Se fían totalmente de Dios en un camino lleno de dificultades. El Papa nos recuerda que atender a toda la persona incluye su dimensión espiritual.

Me contaba una persona que atendía a los migrantes en una diócesis de la frontera sur que, mientras en los centros de acogida nos esmeramos en ofrecerles alimento y cama (¡qué bueno es esto!), muchos migrantes nada más llegar piden una Biblia o un Corán y un espacio donde poder rezar para dar gracias a Dios. Cuantas veces son ellos los que nos hacen vivir o revivir la fe de una manera nueva. Se trata de «reapropiarnos» de nuestra vida cristiana. ¡Los pobres nos evangelizan!