«He visto a muchos niños utilizados para cosas malas»
Rabiu tuvo que marcharse de Ghana a los 12 años porque su familia no podía alimentarle; tardó unos cuatro años en realizar, en compañía de otros menores, una travesía llena de peligros. El mauritano Abdulaye construyó en el desierto del Sáhara con un grupo de jóvenes senegaleses un bote con el que consiguió llegar a aguas españolas, tras un primer naufragio en el que perdió a su mejor amigo. Movimientos sociales de todo el continente, que acaban de constituir la plataforma Jai Jagat Europa, quieren difundir historias como las suyas para que los europeos sepan de dónde vienen estos nuevos vecinos, protagonistas de auténticas odiseas de lucha y superación
«La Unión Europea debe proteger más a los niños. He visto a muchos que estaban siendo utilizados para muchas cosas malas». Rabiu habla por propia experiencia de un drama sobre el que, ya en enero de 2016, la Interpol lanzó la voz de alarma: 10.000 niños refugiados no acompañados habían desaparecido, víctimas muchas veces de la trata, para ser utilizados en la prostitución, trabajos forzados o el tráfico de órganos. Desde entonces, el número de menores solos que llegan a Europa ha seguido creciendo.
Los padres de Rabiu, en Ghana, no podían mantenerle, por lo que, a los 12 años, abandonó su casa con otro grupo de niños rumbo a Europa. Les llevó unos cuatro años llegar a España, tras sobrevivir a todo tipo de penurias y peligros, ganándose la vida con pequeños trabajos para los comerciantes en los mercados, y convenciendo a camioneros para que les ocultaran en sus vehículos para atravesar cada frontera. Cumplido el objetivo, Rabiu acabó en un centro de menores, donde permaneció unos dos años hasta cumplir los 18 años. Ahora tiene trabajo. «La vida es mejor», asegura.
La historia de Abdulaye es otra aventura de supervivencia. Dejó sus estudios y su vida en Mauritania, harto de la marginación a la que la minoría árabe y blanca –asegura– somete a la mayoría negra. En Marruecos conoció a seis jóvenes de Senegal que «se convirtieron en mis hermanos». Consiguieron transporte hasta la costa. El conductor del camión los dejó en un lugar «en mitad de la nada», en el Sáhara. Sobrevivieron en el desierto con unos pocos tomates, pan duro y agua de mar durante varias semanas, el tiempo que tardaron en construir un bote. Cuando la embarcación parecía ya lista, se lanzaron al agua, pero a los pocos minutos naufragaron. El mejor amigo de Abdulaye se ahogó. en el mar «No sabía nadar», explica. Volvieron a intentarlo. Tardaron un mes en reparar el bote, se hicieron al mar y, tras una semana a la deriva, los rescató un barco español, que les condujo a Fuerteventura. «Dios nos ayudó», dice, aunque algunos de sus amigos fueron inmediatamente deportados por la Guardia Civil.
Abdulaye tuvo suerte. Cuando llegó a Madrid, pidió orientación a otros africanos que se encontró en la calle sobre cómo podía ganarse la vida en su nuevo país de residencia. Se convirtió en mantero, mientras trabajaba duro para aprender el idioma. Hoy es él quien ofrece ayuda a otros migrantes a través de la asociación Migrapiés, en el barrio madrileño de Lavapiés.
La situación de migrantes y refugiados será una de las principales banderas del recién creado movimiento Jai Jagat Europa. Representantes de 17 organizaciones europeas de diversos países se reunieron el pasado fin de semana en Torremocha del Jarama (Madrid), en la Casa Emaús de la asociación Encuentro y Solidaridad, para constituir esta red que confluirá con la gran marcha mundial a pie desde Delhi (India) a la sede de las Naciones Unidas en Ginebra, entre octubre de 2019 y septiembre de 2020. Al estilo gandhiano, con estrategias de no violencia, el Jai Jagat (la victoria para todos, en español) se propone sacar a millones de desposeídos a los caminos de todo el mundo para reivindicar «un cambio radical en el modelo de desarrollo», según explicaron varios de ellos en una rueda de prensa celebrada el lunes en el salón de actos de Alfa y Omega. En paralelo, se está organizando una caravana desde Senegal, recorriendo los caminos hacia Europa que transitan cada año miles de jóvenes africanos en las más penosas condiciones. En Ceuta se juntarán con otra marcha de organizaciones de España.
El Jai Jagat pondrá el foco en cada país en una problemática local. En España, la frontera sur de Europa, el protagonismo será para los migrantes. Organizaciones como el Sindicato de Manteros y Lateros o la red de apoyo a migrantes Migrapiés colaboran con la iniciativa. Algunos de sus miembros contaron su historia personal en Torremocha del Jarama, convertido en un espacio intercultural como el que aspira a generar el Jai Jagat, creando una red de movimientos sociales de todo el mundo hermanados en la lucha (pacífica) por la justicia social.