Familias: ora et labora en medio del barrio
La evangelización del Imperio Romano en decadencia la llevaron a cabo san Benito y sus hijos, pero en ella participaron las familias que se reunían en torno a los monasterios benedictinos. Hoy, en medio de una disolución civil, moral y cultural parecida a la de aquellos siglos, la familia vuelve a tener ante sí el reto de fermentar un mundo cada vez menos reconocible. De hecho, los dos próximos Sínodos de los Obispos sobre la familia se sitúan en continuidad con el Sínodo sobre la nueva evangelización convocado, en 2012, por Benedicto XVI, gran devoto de san Benito.
Acaba de salir en Italia el libro San Benito y la vida familiar (Libreria Editrice Fiorentina), en el que el padre benedictino Massimo Lapponi realiza una lectura original de la Regla benedictina adaptándola a la vida en familia, y traduciéndola al día a día de las familias en pequeños destellos de vida y luz:
–Trabajo: ayuda de todos en las labores domésticas, sacrificio de uno mismo en el servicio a los demás, no privilegiar la vida laboral sobre la vida familiar.
–Descanso: las películas y los juegos, mejor juntos, que no en solitario; un rato de recreo y juego en común tras la cena familiar, parando el ritmo para encontrarnos y descansar: «El reposo es un tiempo de comunión con Dios y con las almas, y de alegría por esta comunión», escribe el autor.
–Comidas: oración antes de las comidas, y comer juntos: la comida es un momento de comunión y de conversación, y sin televisión de fondo.
–Vida en común: en general, evitar el lujo y la superficialidad, sin llenar las habitaciones de los niños de cosas y juguetes; sobriedad en el uso de elementos electrónicos, tanto padres como niños -y, cuando se haga, que no sea un uso solitario, sino comunitario y enriquecedor-. Fomento de la lectura y la conversación.
–Oración: un lugar para rezar y un tiempo para rezar, gracias a la presencia de un pequeño altar familiar para la oración en común; proteger a la familia de la invasión mundana, para favorecer un clima en el que padres e hijos puedan encontrase con Dios cada día.
–Caridad: evitar el egoísmo familiar, por el que una familia está centrada exclusivamente en sí misma, para aliviar en lo posible los sufrimientos ajenos, en especial poniendo a los hijos en contacto con los más desfavorecidos.
Iglesia doméstica y pequeño monasterio doméstico, las familias de hoy están llamadas a ser islas luminosas de fe, educación y cultura en medio del barrio, del colegio, en el supermercado, en el parque, con los amigos… Se trata de construir el futuro como hicieron los hijos de san Benito: Buscando a Dios. El autor presenta el libro con una cita de san Cipriano: «No hablamos de cosas grandes; las vivimos». Necesitamos familias que vivan a fondo su vocación. El Instrumentum laboris del próximo Sínodo afirma que «la finalidad primaria de la familia es anunciar la belleza del amor». El mundo aguarda la manifestación gloriosa de este amor, que se vive y se contagia desde las familias.