Todo Papa es el Sucesor de Pedro de Betsaida, un pescador de Galilea de carácter impulsivo y generoso, que dio su vida por la fe en Roma.
Pero la tarea de Pedro era fácil comparada con lo que se pide a los Papas contemporáneos. En 30 años de corresponsal en Bruselas, Nueva York y Roma, he visto que su trabajo es más difícil que el de un secretario general de la OTAN o de la ONU, o el de un presidente de Estados Unidos.
En nuestros días se espera que el Papa sea un diplomático de talla mundial, como san Juan Pablo II, que evita una guerra entre Argentina y Chile; o como Francisco, que reconcilia a Estados Unidos y Cuba, un paso anunciado en televisión por los respectivos presidentes, Barack Obama y Raúl Castro, el día del cumpleaños de Francisco, a quien dieron las gracias por la mediación.
También se espera que el Papa sea un estadista, capaz de favorecer la transición pacífica en Polonia, como san Juan Pablo II; o de salvar la conferencia internacional de París para frenar el cambio climático, como hizo Francisco, aguijoneando a los gobiernos y publicando la encíclica Laudato si.
Igualmente se espera que el Papa sea un profeta. Que cante las verdades a los poderosos y reprenda los vicios, por difundidos que estén, como hacía el Papa Benedicto respecto al relativismo o al consumismo, que devoran las sociedades occidentales viciándolas en el suicidio demográfico y el robo a la generación siguiente bajo la fórmula de dejarles como herencia montañas de deuda pública.
Francisco añade la fuerte condena de la actual proliferación desquiciada de guerras –a beneficio de las industrias de armamento– que producen solo «muerte y cementerios», además del mayor número de refugiados en la historia de la humanidad.
Pero el Papa es, sobre todo, un líder espiritual, y hay que observarle y seguirle sobre todo en ese terreno, igual que a un futbolista se le observa en el terreno de juego.
En ese liderazgo espiritual se puede ver al mejor Francisco. Desde las homilías de la Misa de las siete de la mañana en Santa Marta hasta sus grandes documentos como La alegría del Evangelio o La alegría del amor; pasando por los tuits con que sale a los caminos digitales.
Los caminos de hoy.