«Curar a veces, aliviar a menudo, consolar siempre» (Claude Bernard, médico francés). Durante los años de formación y ejercicio de la profesión, nos empeñamos en tratar a los pacientes con intención curativa. Parece que ahí termina nuestra labor, pero nada más lejos de la realidad; la vida, por paradójico que parezca, está vinculada a la muerte y esta también tenemos que afrontarla. Así, cuando no puedes curar, puedes (y debes) seguir tratando a los pacientes, aliviando sus síntomas y sufrimientos. Para mi es una de las partes más bellas y reconfortantes de la medicina: dar vida a las personas que están en sus últimos días y acompañar y consolar a su familia.
No era la primera vez que ingresaba; era un viejo conocido del hospital. Se había agudizado su patología respiratoria, pero esta vez con grandes complicaciones. Inicié tratamiento con el objetivo de recobrar su salud. Sin embargo, la evolución no fue buena. La dificultad respiratoria aumentaba y no respondía a los fármacos. Estaba entrando en coma.
Reuní a la familia: les expliqué la gravedad y mal pronóstico. Era la hora de cambiar de estrategia terapéutica e iniciar el tratamiento de síntomas, para que estuviera lo más confortable posible. Entendí las dudas que les surgieron: la desinformación y confusión que generan la eutanasia, la obstinación terapéutica o el suicidio asistido frente a los cuidados paliativos desencadenan desacuerdos con las familias, cuando en el fondo todos queremos lo mismo; ellos, lo mejor para su ser querido, y yo, darle a mi paciente lo que necesita. Les expliqué que la morfina ayudaría a aliviar la fatiga. Por un falso temor a que dicha medicación desencadenara la muerte, la familia decidió no dar su consentimiento para administrarla al paciente. Finalmente falleció, pero sin poder mitigar sus síntomas.
La Conferencia Episcopal a propósito de la tramitación de la ley sobre eutanasia en septiembre de este año señalaba que «no hay pacientes incuidables, hay pacientes incurables». Por esto me llegué a enfadar, me parecía injusto. No pude cuidar a mi paciente, no puede ayudar a su familia a despedirse y acompañarle. Esto son los cuidados paliativos: aliviar los sufrimientos en la fase final de la enfermedad y asegurar al mismo paciente un acompañamiento humano. Cada vida es única e irrepetible, con una dignidad inherente y debemos cuidarla hasta el último suspiro. Yo quiero, cuando lo necesite por una enfermedad crónica o un cáncer, acceso a cuidados paliativos.