¡Por fin nuestras iglesias se han abierto! Durante el confinamiento, las parroquias han hecho un gran esfuerzo para llegar a la gente y mantener su actividad. Nos hemos reunido por videoconferencia, las Misas las hemos visto por televisión y las familias hemos tenido videollamadas. ¡Hasta los mayores han hecho sus pinitos en las nuevas tecnologías!
Todo esto está muy bien… Al principio nos parecía curioso y apasionante. Pero no es lo mismo volver a ver una procesión en un vídeo que experimentar la emoción de la salida de nuestra hermandad. Tampoco es igual seguir la Misa en la tele (aun sintiéndonos miembros de la Iglesia universal, lo cual emociona) que poder acudir a tu parroquia y compartir la celebración con tus vecinos de siempre… Nos faltaba el calor.
Unas pocas personas estuvimos preparando la iglesia para adaptarla a las nuevas circunstancias. Parecía como si estuviéramos engalanándola para una fiesta. En el silencio de la tarde el tiempo se había condensado. La imagen de Medinaceli seguía allí, esperando la visita de sus fieles. Y el sagrario… seguía iluminando.
En vísperas de Pentecostés, los grupos parroquiales nos juntábamos para celebrar una oración comunitaria, dar gracias por el reencuentro y ponernos a disposición de la parroquia. Simbólicamente, junto al mar de Galilea, descubríamos cómo en las bienaventuranzas está el secreto de la felicidad: ser pacientes y humildes, estar pendientes de los demás, ser portadores de la paz de Dios y ver a los demás como hermanos. Por supuesto que desde ese momento no ha faltado gente para acomodar, ordenar, limpiar y desinfectar nuestra iglesia.
Muchos han echado de menos tomarse un café o un botellín con los amigos. Y eso es estupendo. Pero, el lunes a las nueve de la mañana, en la primera Misa abierta al público, pudimos apreciar la emoción de muchas personas que volvían a tomar la Comunión. ¡Ojalá todo este tiempo transcurrido en la intimidad de cada casa haya servido para fortalecer nuestras raíces y brote una Iglesia con más vigor y fuerza! ¡El mundo sigue necesitando a Dios!