16 de julio: festividad de Nuestra Señora del Carmen. Y la Virgen venció a los piratas - Alfa y Omega

16 de julio: festividad de Nuestra Señora del Carmen. Y la Virgen venció a los piratas

En pleno siglo XVIII, el Mediterráneo era campo de batalla entre piratas berberiscos y navíos españoles. A bordo de sus temibles jabeques corsarios, secuestraban y hundían barcos de guerra o pesca; mataban o vendían como esclavos a sus tripulaciones; e, incluso, hacían incursiones en la costa sembrando el caos. Los marineros sólo podían encomendarse a la Virgen del Carmen para que los ayudase a salvar el cuerpo en caso de combate, y el alma en caso de muerte. A ella se encomendó el almirante Barceló en 1784, cuando salvó la vida de milagro en la batalla que puso fin a la piratería, e hizo oficial el patronazgo marinero de la Stella Maris

José Antonio Méndez
Procesión de la Virgen del Carmen, en Cartagena (Murcia)

En la Mallorca de 1717, nació uno de los marinos más importantes del siglo: Antonio Barceló. Su padre era patrón de una barcaza mercante que cubría la ruta a la península, y de él aprendió tres cosas: el oficio del mar, el amor a Dios y el temor a los piratas berberiscos. Porque, en pleno siglo XVIII, a bordo de sus temibles jebeques, los piratas surcaban el Mare Nostrum cargando contra todo navío que se cruzase en su proa, fuese mercante o militar. Si los corsarios sarracenos no podían abordar un barco, lo hundían a cañonazos y dejaban morir ahogados a los supervivientes. Y, si podían abordarlo, saqueaban sus bodegas, se apoderaban de sus armas, secuestraban a sus tripulantes para venderlos como esclavos o remeros, y pasaban a cimitarra a quien se les resistiese. Las gentes del mar, como los Barceló, sabían que contra un ataque pirata sólo cabían tres alternativas: la muerte, que convenía esquivar por motivos evidentes; las armas, cuya protección no era siempre fiable; y el amparo de la Virgen del Carmen, la Stella Maris, que resultaba ser la más eficaz valedora para salvar cuerpo y alma. No en vano, la Madre del Carmelo había entregado su escapulario a san Simón Stock, prometiendo salvar a quien lo portase, bien del purgatorio una vez muerto, bien de los mahometanos que arreciaban contra los monjes carmelitas en Tierra Santa.

Cuando Barceló quedó huérfano con 19 años y heredó el jabeque de su padre, los primeros dineros que ganó los entregó para el altar de la Virgen del Carmen, en la iglesia de la Santa Cruz, de Palma.

En 1783, una flota a sus órdenes partió de Cartagena rumbo a Argel, para asestar un golpe al corazón de la piratería. A bordo embarcó un joven cartaginés de nombre Carmelo, devoto del escapulario y encargado de poner a los pies de la Virgen, en el camarín de la iglesia del Carmen, las cintas de los barcos que a ella se encomendaban, o de aquellos que, habiendo salvado la vida en adversas circunstancias, reconocían el regazo de María como su puerto seguro.

La batalla fue violenta y arriesgada. Mas la victoria española obligó a Argelia y a Túnez a firmar, en agosto, un Tratado de Paz con España, poniendo fin a sus actividades corsarias. Un mes tardaron los berberiscos en violarlo: en septiembre, cinco jabeques argelinos apresaron a dos polacras mercantes cerca de Palamós y mataron a sus tripulaciones. Aquello indignó a Barceló, que pidió permiso para cargar contra Argel. Túnez y Libia, y Marruecos, hicieron frente con los argelinos, reclutando 4.000 voluntarios y 70 embarcaciones, y ofreciendo mil cequíes a quien apresara una nave española. El desafío no era sólo cosa de piratas, sino una amenaza contra la cristiandad por todo lo que podía sobrevenirle a Europa.

Por fin, el 28 de junio de 1784, una escuadra internacional de 53 navíos, fragatas, jabeques, bergantines, cañoneras y galeras se reunía en Cartagena. Al frente, el almirante Barceló pone el estandarte del Carmen en su navío El Temible, llama a sus hombres a defender los valores de la cristiandad, encomienda sus almas a la Madre del Mar y zarpa rumbo a Argel.

Los berberiscos superan en número y fuerza a la flota española, e incluso el viento es contrario. A los ocho días de combate, un cañonazo alcanza de lleno a la pequeña falúa desde la que Barceló dirige la batalla junto a un grupo de remeros, entre los que se encuentra el joven Carmelo. En medio de la confusión, Carmelo agarra el escapulario que cuelga de su pecho y lo lanza a su capitán. «¡Virgen del Carmen, vos sois mi Madre! ¡Sálvanos! ¡Salva a la cristiandad! ¡Salva a España!», exclama Barceló. De pronto, el viento cambia de dirección, entorpece a los argelinos y permite a los españoles rescatar a los hundidos, que están milagrosamente ilesos. Pocos días más tarde, Barceló rinde al enemigo y, como consecuencia, los musulmanes rechazan la idea de acometer contra Europa, mientras la piratería comienza un declive imparable. La voz de los marineros corre por los muelles de España: la vencedora ha sido la Virgen del Carmen, Madre de cada marinero y, desde esa fecha, Patrona de la Marina.

El Domingo del Mar

El pasado domingo, la Iglesia celebró la Jornada del Mar, y en su mensaje para este día, el Consejo Pontificio para los Migrantes invita «a tomar conciencia de las penurias y dificultades a las que se enfrentan los marinos todos los días, y del servicio que brinda el Apostolado del Mar, al ser Iglesia que da testimonio de la misericordia y la ternura del Señor, anunciando el Evangelio en los puertos del mundo». En España, monseñor Quinteiro, obispo de Tui-Vigo y promotor del Apostolado del Mar, recuerda en una carta que «la fiesta de Nuestra Señora del Carmen es una llamada a dar testimonio de nuestra fe en todos nuestros puertos y parroquias marineras».