Y ante los fusiles de los soldados rusos, Yuri interpretó a Dostoyevski
Tomasz Salmunik, dominico polaco en Kiev, relata cómo la ciudad y su convento se preparan para el asalto ruso
La tensa espera del asalto ruso se palpa en Kiev. Las noticias de lo ocurrido en lugares como Járkov o Mariúpol, que ha pasado días sin agua, luz ni calefacción empujan a muchos a huir, relata a Alfa y Omega el dominico Tomasz Salmunik. De momento se puede salir de la ciudad con normalidad y no han hecho falta corredores humanitarios. Por otro lado, no son la panacea: «Por la información que estamos recibiendo de otras ciudades parcialmente ocupadas por las tropas rusas, cuando salen los vehículos suelen ser atacados por las tropas rusas».
El fraile, de origen polaco, cuenta la historia de Yuri, un actor conocido de la comunidad que se había ido con su coche a Hostomel, tomada por las tropas rusas, a recoger a gente. «Al salir le dieron el alto los militares rusos; es un milagro que no le hayan disparado inmediatamente». Cuando le interrogaron, «dijo que era actor, y que, de no ser por la guerra, esa misma noche habría estrenado Noches blancas, de Dostoyevski». Los soldados, escépticos, le pidieron que se lo demostrara. «Y allí, en una calle de Hostomel, con los fusiles apuntándole, empezó a representar el papel del Soñador», relata el dominico.
Quienes no se marchan de la capital ucraniana intentan «abastecerse de alimentos y agua y preparar los refugios». También ellos, cada vez que pueden, acumulan reservas. Aunque las colas son cada vez más largas y las medicinas escasean. Han optado por hacer su propio pan.
Mientras el Ejército y las Fuerzas de Defensa Territorial organizan barricadas y bloquean las calles. Y se multiplican los controles. Hasta ahora, «están defendiendo la ciudad con valentía y éxito, y cada día que pasa retrasa la invasión final».
«Se nos necesita aquí»
En el convento de la Madre de Dios, situado al lado de la torre de televisión bombardeada el 1 de marzo, conviven seis frailes polacos y ucranianos y seis laicos a los que han ofrecido refugio. Otro grupo de mujeres que pasó un tiempo con ellos ya se marchó hacia el oeste del país y Polonia. «Estamos a la espera», confiesa Salmunik. No descartan salir de Kiev, y están «considerando el momento de la evacuación, si hay necesidad».
Pero de momento «estamos convencidos de que se nos necesita aquí para servir a la gente que Dios nos envía». Además de ofrecer los sacramentos a los fieles que acuden a ellos y atender a las Misioneras de la Caridad, a 13 kilómetros, «algunos frailes y voluntarios distribuyen alimentos y medicinas a personas mayores y enfermas que no pueden o tienen miedo a salir a la calle».
Admira el ejemplo de tantos voluntarios que, además de ofrecerse para defender a su país, están dedicándose a los demás de mil formas posibles, desde recoger y distribuir alimentos hasta prestar atención psicológica a los desplazados. Está convencido de que, «cuando acabe la guerra», todo el «amor activo al prójimo» del que están siendo testigos, y que cree que brota del amor de Dios, «también dará sus frutos; sobre todo en la sanación de los traumas».
Charlas bíblicas
En el convento, se esfuerzan por mantener su rutina entre las sirenas y las bajadas al sótano: Misa diaria, liturgia de las horas, rosario y adoración al Santísimo. Son «nuestros medios para permanecer cerca de Dios y mantener viva nuestra esperanza». Salmunik asegura que procura estar siempre en gracia y «llevar a los demás la Palabra de Dios, que es una palabra de esperanza y no de desesperación o pánico». En un plano más mundano, para no dejarse arrastrar por la presión cada uno intenta hacer «cosas constructivas, sea preparar una conferencia o trabajar en el jardín».
Antes de la invasión, tenían un grupo de pastoral con universitarios, pero se ha suspendido. También tuvieron que cancelar un taller sobre música litúrgica previsto para el 25 de febrero. No así las clases del Instituto de Estudios Religiosos Santo Tomás de Aquino, que ha mantenido algunas clases “online”. «Dar charlas sobre la Biblia en condiciones de guerra es una experiencia de redescubrimiento del poder y el significado de la Palabra de Dios», subraya el dominico.
A las personas con las que conviven, y al puñado escaso de feligreses que algún día se acercan a su Eucaristía, los anima a mirar la Cruz de Cristo y «contemplar especialmente su actitud durante su injusto proceso» y pasión. «Es el único y más seguro punto de referencia». En un mundo que «está saltando por los aires, Dios nos protege».