Vosotros sois la luz del mundo - Alfa y Omega

Vosotros sois la luz del mundo

Martes. San Bernabe, apóstol / Mateo 5, 13-16

Carlos Pérez Laporta
'San Bernabé'. Vidriera en la iglesia de San Pancracio de Londres
San Bernabé. Vidriera en la iglesia de San Pancracio de Londres. Foto: Fray Lawrence Lew, OP.

Evangelio: Mateo 5, 13-16

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.

Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.

Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.

Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».

Comentario

«Vosotros sois la sal de la tierra». Jesús ama la vida y ha venido a exaltar el deseo humano. Por eso, no soporta y no está dispuesto a tolerar la desgana de los suyos: «si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente». Jesús ha venido a saborear la vida como nadie lo ha hecho nunca. Nunca la vida ha tenido tanto gusto y sabor como en el paladar de Cristo. Porque nunca ha habido nadie tan dispuesto a a afirmar la vida. No se trata de puro vitalismo posmoderno. El vitalismo en última instancia se apoca cuando se topa con los límites de la vida. La enfermedad, la debilidad, la persecución y la muerte son lugares donde la vida no puede ser vivida para el vitalista. El vitalismo solo puede disfrutar la vida en sus condiciones ideales. El vitalismo es solo apto para gente sin problemas reales. Por eso, en realidad el vitalismo es ideología, porque es incapaz de reconocer y disfrutar la vida en todas sus circunstancias. Pero Jesús se atreve a desear la vida a esperar todo de la vida en todo lo que le sucede, incluso en la muerte. Cristo ha venido a apreciar la vida hasta apurar la promesa que ella contiene de eternidad: la vida merece la pena porque la vida es un don de quien nos ama eternamente. Sólo quien disfruta la vida hasta el final «siente en él su fino borde y que alguien lo ha tensado» (Rilke). Es ahí cuando la vida deja de vivirse como un poder (vitalismo) y se vive como un agradecimiento a ese Alguien que la ha dado. Es el agradecimiento el que permite saborear la vida en todas sus circunstancias. Esa es la obra a la que llama a Bernabé, ya toda la Iglesia, llevar el agradecimiento a todos los rincones de la historia: «Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado».