Vive para transmitir la belleza de ser sacerdote
A dos años de sus bodas de oro sacerdotales, Jacinto González recibe el Alter Christus por una vida dedicada al clero
Está a punto de cumplir 74 años, pero el sacerdote Jacinto González sigue incombustible en su atención a presbíteros, seminaristas y consagrados, lo que le ha valido el galardón Alter Christus de Atención al Clero y a la Vida Consagrada otorgado por Regnum Christi. Toda su vida ha sido, tal y como afirmaba en la presentación de su galardón, «poder transmitir la belleza y la grandeza de lo que es ser sacerdote», y para él ha supuesto «una riqueza admirable a la hora de descubrir todo lo que significa un ministerio vivido, seguro que con muchas deficiencias, pero sobre todo con mucho gozo, mucha alegría». Este contacto con curas, seminaristas y personas consagradas le ha supuesto «crecer yo también, tener una vida sacerdotal más plena; me ha ido enseñando a ofrecer una entrega más generosa, más gozosa, más feliz, sabiendo que, a través de esos ámbitos de desarrollo de mi vida sacerdotal, se me ofrecía una gran oportunidad y un gran don».
Jacinto González nació en Turre (Almería) y se ordenó sacerdote el 19 de marzo de 1975. «Mi primer sí a Cristo no lo di yo, sino que lo dieron por mí», porque el pequeño Jacinto, que desde niño tuvo la ilusión de ser sacerdote, hubo de esperar un poco más de lo deseado porque su padre le pidió que terminara el Bachillerato. En tercero se atascó con el dibujo lineal —«se me daba fatal, me suspendieron varias veces»—, y cuarto, el último curso, lo logró terminar «con grandes esfuerzos», aún con el dibujo de tercero a cuestas. «Viendo que aquello no tenía remedio, mi padre, ¡bendito sea Dios!, me dijo algo así como: “Hijo mío, creo que ha llegado el momento de que vayas al seminario”». Así fue como, con 16 años, ingresó en el Seminario Conciliar de Madrid «gracias al bendito dibujo». Allí, junto a su director espiritual y «un puñado de buenos amigos», se fue afirmando su sí, que ya fue «decisivo y consciente» con la recepción del diaconado.
Este sacerdote comienza el día rezando laudes. «Procuro ser fiel» al oficio de lectura, «pues es la oración que la Iglesia me ha confiado para mi bien y el de las personas que Dios ha puesto bajo mi pastoreo». Su oración se nutre también «del trato personal e íntimo con Cristo en la Eucaristía», con la lectura «meditada y contemplada» de la Palabra de Dios, con el rezo del rosario, el ángelus, la renovación de la promesas sacerdotales… Jacinto fue párroco en Camarma de Esteruelas y coadjutor en varias parroquias de Alcalá de Henares y Madrid. Dedicado al cuidado de los curas desde 1996, año en que empezó en el seminario de Madrid como director espiritual —actualmente es confesor—, afirma que la formación espiritual que allí reciben los seminaristas «es la que unifica, da sentido y plenifica» a los otros tres ejes: «formación humana, intelectual y pastoral». Todos los días reza Jacinto por las vocaciones sacerdotales. «Dios sigue llamando a los que quiere», pero, «en nuestros tiempos, hay demasiados ruidos para escuchar su voz», que es «fuerte pero suave», como «la brisa que recibió el profeta Elías».
Si se le pregunta a Jacinto González por el libro, la película y la canción de su vida, lo tiene claro: Las confesiones, de san Agustín, Balarrasa e Il disegno, de Alberto Marani. Como también tiene claro su gusto por el estudio de la Sagrada Escritura y del sustrato arameo del Nuevo Testamento, y su interés por el siríaco y los textos de los santos padres. Por su parte, la «especial» sensibilidad por la vida consagrada del galardonado nació ya antes de ordenarse, pues desde el seminario se le inculcó el cariño por las Oblatas de Cristo Sacerdote, «cuyo carisma consiste en orar y entregar la vida, ser oblación, por la santidad de los sacerdotes». En la actualidad colabora como confesor de las hermanas de Iesu Communio, «a las que conocí cuando eran clarisas en Lerma», y es el encargado de los retiros espirituales de las Aliadas (Alianza de Jesús por María).
Jacinto González recibió su Alter Christus el pasado lunes, 23 de octubre, durante un acto celebrado en la Universidad Francisco de Vitoria al que acudieron el resto de los galardonados: Fermín González López, por su dedicación a la pastoral social; Javier García Rodríguez, en la categoría de Nueva Evangelización, y los tres sacerdotes que atienden la localidad de Moncada, Javier Grande Ballesteros, Lucas Blanes Benimeli y Juan Huguet Gil, por su trayectoria y actual dedicación a la pastoral familiar. Este año, además, se concedió un galardón especial al cardenal Carlos Osoro por su amplia trayectoria pastoral.
El arzobispo emérito de Madrid hizo un recorrido por su vida sacerdotal y destacó el cuidado especial que siempre ha querido tener por los sacerdotes y, también, por la vida consagrada. Un trabajo en el que ha puesto «todo su corazón» desde sus diversos destinos, primero en Santander, su diócesis de origen, donde fue el encargado de reabrir el seminario después de 20 años sin actividad. Después, como obispo de Orense y, más tarde, siendo ya arzobispo de Oviedo, Valencia y Madrid. El pasado mes de junio, el Papa Francisco aceptó su renuncia como arzobispo de esta última diócesis.
«Doy gracias a Dios por todo lo que ha hecho en mi vida y pido perdón al Señor por todo lo que a lo mejor no hice como tenía que hacerlo», manifestó durante la recogida del premio.