Pidió la eutanasia, pero cambió de opinión tras la visita de un cura - Alfa y Omega

Pidió la eutanasia, pero cambió de opinión tras la visita de un cura

Ahora «quiero vivir para amar, para unir mi sufrimiento al de Jesús y así ayudar a otros». «Si puedo animar a que otra oveja condenada a muerte como yo siga viviendo, pues estaré feliz», confesó la joven al sacerdote Santiago Arellano, que acaba de ganar el premio Alter Christus Pastoral Familiar

José Calderero de Aldecoa
Arellano durante un encuentro con el Papa. Foto cedida por los Premios Alter Christus.

Santiago Arellano es párroco de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, situada en Talavera de la Reina, desde la que promueve iniciativas como la Family Night —una evangelización nocturna y en familia por la calle— o la consagración de las familias a esta devoción. «El tema es que el Corazón de Jesús dijo que bendeciría los hogares donde se expusiera y honrara su imagen y mi experiencia es que esto sucede. He visto milagros de muchos tipos», asegura en conversación con Alfa y Omega el sacerdote, que ha sido galardonado con el premio Alter Christus Pastoral Familiar. Acto seguido relata uno de ellos.

«Recuerdo a un matrimonio que llevaban cuatro años separado. Tenían tres hijos. Los niños no se cambiaban de casa, sino que eran ellos los que se iban turnando para atenderlos», dice en un primer momento Arellano. Todo cambió cuando un día el sacerdote llevó hasta allí la imagen del Sagrado Corazón de Jesús. «Hicimos la consagración, las oraciones, estuvimos rezando ante la imagen, me quedé cenando con el matrimonio, y se hizo tan tarde que él se tuvo que quedar a dormir». Era la primera noche que los esposos dormían bajo el mismo techo en cuatro años. «Por la mañana, la mujer se despertó, vio a uno de sus hijos de rodillas ante la imagen que habían colocado la noche anterior y le preguntó que qué hacía. “No ves que ha sido Él el que ha arreglado nuestra familia”». La mujer, según el párroco, se echó a llorar y, cuando se despertó su marido, repitieron las oraciones del día anterior. Los esposos volvieron a dormir una noche más en la misma casa y a rezar juntos al día siguiente. «De esto hace 11 años. Ahora son un matrimonio unidísimo», asegura Santiago Arellano.

La domótica de Dios

Otro de los milagros le acaba de suceder hace apenas una semana, el día de la exaltación de la cruz. Aquella jornada, Arellano fue a visitar a una persona enferma que no conocía de nada y que había solicitado la eutanasia. «Llegué allí a través de una mujer que había hecho un retiro en la parroquia. Esta, a su vez, tenía un amigo, que es quien se encargó de la domótica de la casa de la enferma. Resulta que el técnico, que es un hombre de fe, se hizo amigo de su clienta y cuando esta le contó lo de la eutanasia, el encargado de la domótica le ofreció que hablara con un sacerdote», rememora el párroco.

El técnico habló entonces con su amiga —la mujer que había hecho el retiro en la parroquia— y «ella le dijo que conocía a un cura, que era yo». Al principio Arellano se resistió. «Qué voy a hacer yo, si ella pasa de la fe y ya ha firmado la eutanasia». Pero la persona enferma aceptó que fuera un cura «y allí me planté después de pedir oraciones a varios compañeros sacerdotes, a las carmelitas y a los fieles de la parroquia porque no sabía muy bien lo que me iba a encontrar».

La situación no era fácil. «Tengo tetraplejia desde hace 21 años y unos dolores por todo el cuerpo que no consigo calmar. Esta situación, y el sentimiento interior de soledad que arrastro desde hace años, hicieron que cayera en una gran desesperanza. Y cuando se legalizó la eutanasia, me volví como loca y pensé que esa era la solución a mis males. “Me quito de en medio y ya está”. De hecho hice la solicitud de la eutanasia, pero por la objeción de conciencia de mi médico provocó que todo se retrasara. Ahora doy gracias a Dios [por que todo se retrasara]», subraya la joven a través de un WhatsApp enviado a Santiago como agradecimiento.

El encuentro duró dos horas, tiempo durante el que se sucedió el milagro. «En esas dos horas que estuviste conmigo, se me abrió el cielo», reconoce la enferma (que no quiere que se sepa su nombre) en ese mismo mensaje. «Sé que fue Jesús mismo el que lo hizo y le agradezco mucho que viniera a buscarme hasta mi casa, en mi cama. Nunca lo olvidaré. Soy la oveja perdida que el Señor vino a rescatar. Y ahora solo quiero que con mi pequeña ofrenda de vida, y con mis torpes palabras, si puedo ayudar a que otra oveja condenada a muerte como yo siga viviendo, y conozca el amor de Dios, pues estaré feliz. Cuanta conmigo, Santi, para todos tus apostolados. Seguiré clavada en la cruz, pero ahora con un sentido de amor».

¿Pero qué pasó en aquella casa? Santiago empezó a hablar de Jesús en la cruz, del sentido del sufrimiento «y de que me necesitaba para, con mi ofrenda y testimonio, salvar a otros de la muerte», recuerda la joven. «Yo notaba el amor de Dios dentro de mí, pero durante la primera hora luché contra ese amor y me frenaba la tentación de la muerte». Sin embargo, «después entendí que el mismo Dios me estaba pidiendo ayuda, que me quería, que contaba conmigo para ayudarle. Sentía que tenía sed de mi amor. Yo me veía inútil e insignificante», pero «entonces le dije que sí, que seguiría luchando por vivir, que aunque me costara iba a quitar la demanda de suicidio», asegura la enferma.

En aquel momento, Arellano le ofreció la confesión. «Pude descargar toda mi vida y saberme sanada y liberada. Luego pude abrazar en la comunión al mismo Cristo, que hacía muchos años que no hacía». Y, finalmente, «me diste la unción de los enfermos, que fuera para mí consuelo y fortaleza».

Por último, el sacerdote le regaló su rosario y su cruz «y en estos tres días ya me has escrito varias veces para que te ayude con mi dolor y ofrenda para llevar este amor y alegría a alguien. Claro que sí, cuanta conmigo Santi. El Señor me ha devuelto la esperanza. Quiero vivir para amar y para unir mi sufrimiento al de Jesús y así ayudar a otros».

Premios Alter Christus

Los premios también han reconocido la labor de Florencio Roselló, por su dedicación a los presos; Ángel García, por su atención al clero y a la vida consagrada; y a Javier Siegrist, por la Nueva Evangelización. Este año, además, se concede un galardón especial al sacerdote Alberto Hernández, párroco de Todoque, en la isla de La Palma, por su atención y entrega personal a los damnificados por el volcán de Cumbre Vieja.

La entrega de estos galardones tendrá lugar en la Universidad Francisco de Vitoria, el lunes 17 de octubre, a las 19.00 horas.