Víctor Manuel Fernández: «La cuestión del Sínodo alemán no está cerrada»
Si el error solo se condena, «volverá a aflorar de otro modo», asegura el nuevo prefecto de Doctrina de la Fe
¿Cómo recibió la sorpresa del cardenalato, tan inmediata tras su designación como prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe?
Tenía la esperanza de que el Papa, en una más de sus ocurrencias, no me hiciera cardenal, para no echar más leña al fuego de los que buscan dañarle atacándome a mí. Pero lo tomo como lo que expresa el color del cardenalato: la disposición a dar la sangre si es necesario. En cambio me alegró mucho que se conceda el cardenalato a otros dos argentinos que admiro. El padre Luis Pascual Dri, ahora anciano, ha hecho mucho bien con gran alegría y bondad. Y Ángel Sixto Rossi, de mi provincia de Córdoba, es un hombre sabio con una enorme sensibilidad ante el sufrimiento, pero al mismo tiempo con grandes luces para el discernimiento.
Tres argentinos. ¿Qué espera el Santo Padre que aporte su país natal a la Iglesia universal?
Argentina es un país de inmigración, pero con una experiencia sumamente exitosa de integración, de respeto mutuo, de mestizaje. Eso hace que te resulte natural escuchar a alguien muy diferente, respetarlo, buscar un punto en común. Sin duda, incide también en el método teológico. Por otra parte, aquí se desarrolló una teología que reconoce al pueblo y a los pobres como sujetos capaces de generar un pensamiento válido con categorías propias.
El Papa Francisco tiene tan interiorizado llamarle Tucho Fernández, que el nuevo prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe cree que su apodo acabará imponiéndose en el Vaticano. Nacido en 1962 en la provincia de Córdoba, se ordenó sacerdote en 1986. A propuesta del cardenal Jorge Mario Bergoglio, en 2009 fue nombrado rector de la Universidad Católica Argentina. El Vaticano lo ratificó en 2011 después de que respondiera a algunas quejas anónimas presentadas contra él. «Recibí el nihil obstat en tiempos de Benedicto XVI», recuerda. Desde junio de 2018 era arzobispo de La Plata.
¿Qué sentido tiene el cambio de rumbo del dicasterio que le ha pedido Francisco? ¿Se quiere corregir un exceso de peso de la cuestión de los abusos, obligado por las circunstancias?
No, de ningún modo se quiere restar relevancia a una cuestión tan delicada, humillante y dolorosa. Nunca se hará demasiado. Más bien se quiere, sin descuidarla, dar mayor desarrollo a la sección teológica para evitar que se convierta en la cenicienta. El problema es que es difícil que una persona sea experta en teología y en derecho y a la vez responda al perfil de Francisco. Yo creo que es bueno que la sección disciplinaria tenga la mayor autonomía posible y sea llevada adelante por sus propios expertos.
Ha explicado que entiende su nueva función como promover el diálogo para comprender mejor las posturas antes de condenar, y también armonizar posturas diferentes sin imponer una única interpretación. ¿Cómo hacerlo sin perder de vista el enfoque pastoral que también le es tan querido, de evitar confundir al pueblo?
El Papa me pide algo que no es fácil: intentar superar los errores o factores de confusión no solo censurando sino sobre todo creciendo, madurando en la comprensión de una verdad. Es decir, no se resuelve solo repitiendo las mismas palabras de siempre sino siendo capaces de incorporar algún elemento nuevo que enriquezca la reflexión. Si no, el error solo queda agazapado, pero volverá a aflorar de otro modo, porque no se prestó atención a alguna inquietud legítima que podía subyacer. Pero esto evidentemente lleva más tiempo y requiere mayores esfuerzos.
¿Cómo abordará tal diálogo en el caso del Camino Sinodal alemán, cuando intentos anteriores ya han fracasado y habiendo ya concluido el proceso?
Creo que la cuestión del Camino Sinodal alemán no está cerrada del todo en la medida en que no haya alguna respuesta para el pueblo de Dios de Alemania, que reclama un mayor espacio real para las mujeres y otras cosas a las que no estaría mal prestar mayor atención.
El cardenal Müller, su predecesor, ha criticado su nombramiento afirmando que la Iglesia no necesita modernización porque su doctrina y liturgia ha sido establecida de una vez para siempre en el plan de Dios. ¿Cómo entiende el desarrollo de la doctrina?
La doctrina es siempre la misma porque en definitiva es la verdad revelada. Pero siempre hay que decir al mismo tiempo que nuestra comprensión de esa doctrina crece y que la expresión cambia y madura en los distintos tiempos. Así ha ocurrido en la historia, es algo obvio. Tampoco yo podré pretender que lo que yo afirme permanezca inmutable.
¿Confía en que sea posible superar la actual polarización eclesial que se ha puesto de manifiesto también en torno a su nombramiento?
Esa polarización es más vieja que la injusticia. Basta recordar que siglos atrás hubo un feroz debate entre jesuitas y dominicos, tomistas y molinistas, que se condenaban mutuamente y acudían a Roma a pedir la excomunión del otro. Tuvo que intervenir el Papa prohibiéndoles que se condenaran entre ellos. Pero podemos remontarnos a los primeros siglos de la Iglesia. Para superar la polarización necesitamos ser un poco más humildes y reconocer que la verdad revelada nos supera por todas partes. Es imposible erigirse en sus dueños.