Cristianos en Israel: una minoría entre la discriminación y el éxodo
Muchos cristianos árabes de Israel optarán por no participar en las elecciones del 1 de noviembre por sentirse ciudadanos de segunda y decepcionados con sus representantes políticos
El próximo 1 de noviembre, los ciudadanos de Israel están llamados a las urnas. Será la quinta vez en tres años. El clima general es de hartazgo y desafección. Pero para los cristianos árabes con pasaporte israelí, el cansancio y la indignación por la repetición de los comicios no serán las únicas razones para quedarse en casa. También lo harán porque se sienten decepcionados con sus representantes e incluso discriminados política y socialmente. Otros muchos no solo no votarán, sino que hace tiempo que abandonaron el país.
«Se espera que la participación árabe sea muy baja», corrobora Arik Rudnitzky, investigador del Israel Democracy Institute, que indica que un 10 % de los árabes dejarán de votar por apatía política y que otro 10 % harán boicot a las elecciones por razones ideológicas: «Dicen que no pueden votar en las instituciones representativas del Estado judío». Sin embargo, «la mayoría de los árabes, entre un 30 y 40 %, no votarán porque quieren enviar un mensaje: se sienten frustrados y tienen una gran falta de confianza [en el Estado], especialmente en los partidos árabes», añade Rudnitzky.
«Vemos una gran fractura en los partidos árabes en Israel», afirma el investigador Hugh Lovatt, del European Council on Foreign Relations; «hay mucha división y no hay consenso sobre cómo afrontar los problemas existenciales de la población árabe». Al mismo tiempo, el único partido árabe que ha formado parte de un gobierno israelí, la Lista Árabe Unida, esta última legislatura, ha dejado el poder sin conseguir mejoras para la población. En las elecciones del 2020, un 65 % de los árabes con derecho a voto acudieron a las urnas. Este 2022 se espera que lo haga un 40 %.
Todo este potencial comportamiento electoral dibuja una situación que no se circunscribe a los próximos comicios, sino que viene de lejos: los árabes, que suponen el 21 % de la población, se sienten discriminados desde la misma creación de Israel, en 1948. Su relación con el Estado es compleja: los hay que aceptan su existencia y buscan participar de las instituciones para mejorar sus condiciones de vida; y los hay que preferirían vivir en un Estado palestino e, incluso, participan de la lucha armada. Algunos de los últimos ataques terroristas contra Israel los realizaron ciudadanos árabes israelíes.
Ataques y sospechas
Con todo, la mayoría de árabes coinciden en una cosa: su situación no es la misma que la de los israelíes judíos. «Somos discriminados sistemáticamente, legal y económicamente. Hay más de 35 leyes en Israel que garantizan derechos a los judíos y que son negligentes con los derechos de los palestinos», afirma Jafar Farah, director del Mossawa Center, una organización que defiende los derechos de los ciudadanos árabes en Israel. «No somos ciudadanos de segunda. Somos peores». Farah explica que la misma identidad palestina está perseguida: «No nos reconocen como pueblo y, por tanto, no tenemos derechos nacionales. Solo los judíos tienen derechos nacionales».
Activistas y expertos explican que los árabes en Israel son discriminados en el ámbito laboral y académico, sufren ataques a manos de extremistas religiosos y son mirados con sospecha por las autoridades. Además, el Estado invierte menos en zonas árabes, concede menos licencias de obras a musulmanes y cristianos, y presta poca atención a la violencia intracomunitaria. «El crimen dentro de la comunidad árabe es una de las principales preocupaciones de los votantes árabes», afirma Rudnitzky.
Para los cristianos, que suponen el 1,9 % de la población de Israel, la discriminación es doble: son una minoría por ser árabes, y una minoría entre los árabes, por no ser musulmanes. Lo que también se traduce en problemas de convivencia con sus vecinos islámicos. Con todo, los cristianos viven mejor en Israel que en otros países de la región, como Irak o Siria, donde la persecución religiosa ha sido abierta y sangrienta. «Muchos cristianos han llegado a la conclusión que el Estado israelí está aquí para quedarse y que es mejor trabajar con él para mejorar sus regiones», concluye Rudnitzky.
Emigración y baja natalidad
Muchos cristianos árabes se sienten discriminados por Israel y por los musulmanes, y optan por marcharse. También deciden emigrar para alejarse del conflicto. «Hay quienes están tomando esa decisión», dice Elías, un cristiano israelí afincado en Barcelona. «Vivir ahí, tal y como está el panorama, no me lo planteo. Aquí [en España] es mucho más tranquilo y la gente no mira si eres árabe o no, sino qué haces y qué consigues».
El peso de los cristianos en Israel no ha dejado de bajar desde 1948: si cuando se creó el Estado judío los cristianos suponían el 2,9 % de la población, hoy suponen el 1,9 %. En ciudades como Jerusalén, los cristianos pasaron de ser el 25 % de la población en 1922 al 1 % en 2022. Este fenómeno se produce no solo por la emigración, sino por la baja natalidad de los cristianos respecto al resto de comunidades: la tasa de fertilidad de los judíos es de tres hijos por mujer; la de los musulmanes, de 2,99, y la de los cristianos, de 1,85.
En este sentido, aunque la población cristiana de Israel creció un 1,4 % en 2020, este fue el porcentaje más bajo del país: los judíos aumentaron un 1,5 % y los musulmanes, un 2,2 %. Además, un 60 % de los nuevos cristianos en Israel no eran árabes, sino inmigrantes o hijos de cristianos de otras procedencias. «El cristianismo está casi desapareciendo, y esto es un elemento de gran preocupación», declaró a Al-Monitor el portavoz del Consejo de Jefes de Iglesias Católicas, Wadie Abu Nassar.