Una lanza a favor del móvil - Alfa y Omega

Mis quintos y yo inauguramos la generación Millenial. Se nos considera nativos digitales y todo nuestro día pasa por medio de una pantalla. Desde comprar las cervezas que faltan para la cena con amigos del sábado al abrigo de montaña para la excursión de la niña. Pero también fuimos los que íbamos con cinco duros a la tienda de chucherías y salíamos a manos llenas; a comprar el pan con 50 pesetas y éramos capitanes generales con la vuelta, y a picar al telefonillo a la vecina para jugar a la goma en el portal. Hemos conocido el inmenso bien de la analogía, pero también las grandes ventajas de la tecnología. Por eso hoy rompo una lanza a favor de su buen uso. Gracias al móvil hablo a diario con mi mejor amiga, que vive en Roma. Sin WhatsApp y nuestros interminables audios hoy no sería mi hermana. Sencillamente, no sería nada más que un recuerdo adolescente. Gracias a la comunicación online he conocido a alguien mejor que a tantos que veo a diario. Los límites son necesarios. Pero tanto más la educación afectiva y relacional. Prohibido el móvil a ciertas edades, sí. Pero, sobre todo, prohibido depender de lo que piensen de nosotros los demás.

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