Ya hay patologías físicas en menores por el uso continuado de los móviles - Alfa y Omega

Ya hay patologías físicas en menores por el uso continuado de los móviles

Whatsappitis, text neck, síndromes visuales o problemas auditivos son las nuevas enfermedades provocadas por el uso excesivo de las nuevas tecnologías, que se suman a las reconocidas adicciones y abusos

Álvaro Real Arévalo
Consejo de experto: «No decirle a un niño estresado o aburrido que coja el móvil y se desestrese». Foto: Freepik.

La Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN) ha alertado, mediante un reciente estudio, de las nuevas patologías y adicciones en las que están cayendo los jóvenes por un uso abusivo y excesivo de las nuevas tecnologías; las llaman, de hecho, tecnopatologías. «Hay patologías físicas por estar todo el rato tecleando, con el WhatsApp o delante de una pantalla: lesiones musculares (whatsappitis), lesiones de dolor cervical (text neck), síndromes visuales de las pantallas o problemas auditivos por utilizar de forma recurrente auriculares», afirma a Alfa y Omega Francesc Xavier Díaz, especialista en Medicina Familiar y Comunitaria y coordinador del Grupo de Trabajo Niño y Adolescente de SEMERGEN.

También están las patologías psicológicas: «El miedo a no estar conectado, a perderse ciertas cosas, el ciberbullying (acoso), el grooming (abuso sexual online) y las adicciones», que pueden darse a las nuevas tecnologías o al juego a través de ellas: «Un 3,1 % de los estudiantes de Secundaria apuesta con el móvil, aunque este hábito está prohibido a los menores de edad», confirma el estudio Impacto del uso de redes sociales e internet en menores de edad, que ha realizado la Confederación de Centros Juveniles Don Bosco de España y que desprende que, de los estudiantes preguntados en 51 centros educativos salesianos, un «98 % de entre 10 y 15 años utiliza internet» de forma recurrente.

Los problemas que esto provoca, en ocasiones, son de difícil diagnóstico. «Tienes que estar familiarizado y a veces solo puedes detectarlos si el paciente ha ido en varias ocasiones a la consulta», asume Díaz, que, tras muchos años de experiencia, ofrece claves que pueden ayudar: «Se nota en el cambio de actitud del menor y en el fracaso escolar, sobre todo en edades más tempranas. Y, a veces, incluso en alteraciones del lenguaje por el uso precoz de las pantallas».

En cifras

98 % de los menores (10-15 años) usa internet de forma recurrente

33 % han recibido insultos y algún tipo de violencia

3,1 % de estudiantes de Secundaria apuesta vía móvil

¿Qué pueden hacer los padres y los educadores? No existe una guía comúnmente aceptada por los expertos, pero, como propuesta inicial, lo «primero es controlar los accesos a internet que tienen los menores, supervisar lo que ven y eliminar el consumo indiscriminado», afirma Díaz.

«Las tecnologías tienen una parte peligrosa y una parte de oportunidad», añade Laura González, responsable del estudio en los centros salesianos. La experta apuesta por hacer ante los jóvenes un papel preventivo. Que internet y las redes sociales «se usen para el bien, para el aprovechamiento, que no tengan violencia y que se eviten ciertas actitudes de riesgo». González se muestra preocupada por un dato concreto del estudio: «Un tercio de chicos y chicas en Primaria y Secundaria han sufrido algún tipo de violencia: desde insultos a encontrarse en situaciones que no les gustaban o verse apartados de grupos, entre otras cosas».

La Confederación de Centros Juveniles Don Bosco de España apuesta porque «los centros formen a los profesores en el uso de las tecnologías y también a los padres en los protocolos de acompañamiento, prevención y en el establecimiento de normativas que se cumplan en el hogar». Hay muchas maneras de abordarlo: a través de horarios concretos, o, por ejemplo, estableciendo un contrato con los hijos para saber qué se usa, qué no se usa y para qué y evitar el uso compulsivo. Y un último consejo del doctor Díaz: «Nada de decirle al niño, si está estresado o aburrido, que coja el móvil y se entretenga». Aburrirse, a veces, «es también necesario».