Adicciones sin sustancia - Alfa y Omega

Los adolescentes son personas vulnerables. Entre los 11 (preadolescencia) y los 18 años, los jóvenes sufren un proceso de transformación importante en la búsqueda de su propia identidad. Durante esa época, son propensos a buscar sus propios caminos, experimentar nuevas sensaciones y, en cierta medida, alejarse del mundo conocido hasta ese momento. Sin embargo, a esa edad aún carecen de la voluntad necesaria para controlar su relación con determinados contenidos o comportamientos; y ahí nacen las adicciones. Las grandes empresas tecnológicas son conocedoras de esta debilidad y cada año destinan cantidades ingentes de dinero en neurocientíficos y desarrolladores para hacer sus aplicaciones todavía más adictivas.

La revolución tecnológica que vivimos desde hace 20 años está transformando el mundo de manera exponencial. Es bien sabido que en 20 años hemos avanzado tecnológicamente más que en los últimos 500. La cuarta revolución tecnológica, como se ha dado a conocer la que vivimos actualmente, está trayendo grandes avances para la humanidad, pero también —como sucede con todo cambio social— algunos riesgos./p>

El primero de ellos es la adicción a la propia tecnología o a su máximo exponente en estos años: el smartphone. La posibilidad de estar conectados 24 horas al día los siete días de la semana a las redes sociales ha cambiado la forma en la que los adolescentes se relacionan con sus iguales, y el consumo de pornografía está causando serios problemas a prácticamente una generación completa.

Las últimas estadísticas muestran que más del 80 % de los jóvenes entre 12 y 18 años consume pornografía. Los casos de violencia sexual en grupo cometida por menores no paran de crecer y los fiscales de nuestro país ya han establecido relaciones de causalidad entre ambos comportamientos. Numerosos estudios en los últimos meses están alertando sobre las graves consecuencias que tiene para el desarrollo afectivo y sexual de los jóvenes su consumo a edades tempranas.

Por su parte, las redes sociales se han convertido en el nuevo baremo de aceptación de un adolescente en su comunidad. La obsesión por el like es tan brutal que provoca, cada vez más, una creciente falta de autoestima entre nuestros adolescentes. El uso de filtros para difundir cuerpos perfectos, así como la proyección de vidas ideales, no hacen sino agrandar el problema.

En la serie documental Adictos a la pantalla quisimos ahondar en las causas y las consecuencias de las que son, posiblemente, las tres adicciones sin sustancia más peligrosas a las que se enfrentan los adolescentes: las redes sociales, el porno y el juego online (tanto apuestas como videojuegos), y mostrar el sufrimiento de las familias y los propios afectados.

Estamos ante pandemias ocultas a las que debemos, como sociedad, prestar atención rápida y contundentemente. Sería deseable que los políticos tomaran cartas en el asunto, puesto que está en juego, nada más y nada menos, que la salud mental de nuestros jóvenes. Hoy el suicidio es la primera causa de muerte infantojuvenil en España y no parece que le estemos prestando la suficiente atención como sociedad.

La tecnología nos facilita la vida, pero también tiene algunos riesgos, especialmente para los más jóvenes. Las familias deberían plantearse muy seriamente a qué edad y con qué restricciones deben dejar a sus hijos acceder a un dispositivo smartphone. En un artículo publicado recientemente en El País, el psicólogo Francisco Villar declaraba que «hay que prohibir los móviles hasta los 16 años». Tomen nota.

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