Una «familia parroquial» reforzada por los ataques del 11M
La parroquia de Santa Eugenia nació en el piso de arriba de un mercado y sigue siendo lugar de acogida y encuentro. Su labor llega hasta a los niños de la Cañada Real
Calles amplias, plazas grandes y edificios de viviendas de diez pisos. Con sus 22.000 habitantes, el madrileño barrio de Santa Eugenia parece uno más de los muchos similares que hay por toda España. Pero en él pasó algo que lo hizo distinto. Hace poco más de 20 años explotó allí una de las bombas del 11M. «Tengo feligreses que perdieron a sus hijos o que sufrieron secuelas por el atentado. A todos nos marcó mucho», explica Rubén González, párroco de Santa Eugenia.
Si en ese primer momento los sacerdotes llegaron a personarse en la misma estación del tren a atender a la gente, «a día de hoy seguimos participando en la ofrenda floral que se hace a las víctimas y celebramos un funeral todos los años por esa fecha». Esa efeméride la han nombrado Jornada de Oración por la Reconciliación y la Paz, «porque queremos reconvertir un hecho dramático y darle nuestra visión como cristianos. Queremos decir que Cristo es nuestra respuesta al mal», subraya el párroco.
Paradójicamente, después del atentado se empezó a hacer mucho más barrio. «Los vecinos comenzaron a cuidarse más unos a otros. Si de repente dejaban de ver a alguien, lo buscaban para ver cómo estaba. De alguna manera, ese hecho tan horrible reforzó el sentido de pertenencia a la comunidad», añade González.

En ese momento que trastocó la vida de tantos vecinos, la parroquia nunca dejó de ser lo que fue desde el principio: un lugar de encuentro donde la gente se conoce y se quiere. De hecho, la primera localización del templo fue el piso de arriba del mercado del barrio y, por eso, «siempre ha estado muy metida en la vida de los vecinos», apunta el párroco. Tanto es así que él siempre utiliza el término «familia parroquial» para referirse a sus feligreses. Y hasta ha colgado un cartel en la puerta que reza: «Bienvenidos a casa».
En este sentido, la comunidad parroquial es «una familia de familias» que acoge a numerosas realidades de Iglesia: carismáticos, Proyecto Amor Conyugal, retiros de Emaús, jóvenes de Effetá, además de grupos de matrimonios, de niños, de formación bíblica o de adultos. Todas ellas son «una oportunidad de crecimiento espiritual» y no hay conflicto porque «la mayoría son muy parroquianos, fieles de siempre que tienen muy dentro el hecho de ser parroquia».

Todo eso se vuelca hacia fuera en una acción social que mira directamente a las necesidades de la Cañada Real, apenas a diez minutos en coche. Así, los voluntarios de Santa Eugenia ofrecen apoyo escolar y actividades a sus niños, una labor semanal que se completa con un itinerario de formación en valores, una convivencia anual de fin de semana y dos excursiones a lo largo del año.
Junto a ello, los sacerdotes y algunos fieles atienden a la residencia de ancianos del barrio, «que es como la sucursal de la parroquia», señala González. También tienen especial cuidado de los migrantes que poco a poco van llegando a la zona. «Todos los años organizamos una fiesta para acogerlos sin distinciones. En Santa Eugenia no hay diferencias, que uno sea de aquí o de fuera da igual», asegura. Esta labor de integración ha desembocado incluso en una liga de fútbol parroquial con cinco equipos «para llevar a todos a Cristo a través del deporte. Hasta comenzamos todos los partidos rezando», concluye el párroco.