Una expedición del CEU se afana en la recuperación de iglesias rurales de Asturias
Los alumnos «han experimentado esa otra Iglesia, que no es la suya habitual», y que dista mucho de esa comunidad joven y fecunda a la que están acostumbrados. «Les resitúa en la importancia del encuentro con el otro», dice la profesora Elena Cebrián
En un marco incomparable, como son los Picos de Europa, 50 personas de la Universidad CEU San Pablo —en su mayoría alumnos—, se han afanado en los últimos días en lijar bancos, limpiar despachos y reconstruir ermitas dentro del programa Patrimonio que da vida, que se ha celebrado por segundo año consecutivo en Asturias, en esta ocasión bajo el lema Ve Francisco y repara mi Iglesia.
Se trata, en lo material, de «un trabajo de recuperación», define Elena Cebrián, profesora de la Facultad de Humanidades y de Comunicación y una de las impulsoras junto al capellán Daniel Rojo de la iniciativa, pero es mucho más que eso. Los alumnos —en su mayoría creyentes que viven su fe dentro de algún movimiento eclesial, como Hakuna— «han experimentado esa otra Iglesia, que no es la suya habitual», y que dista mucho de esa comunidad joven y fecunda a la que están acostumbrados. «Les resitúa en la importancia del encuentro con el otro». Con las excusa de «la recuperación de la Iglesia edificio, hay un encuentro con la Iglesia comunidad».
De esta forma, los jóvenes estudiantes han entrado en contacto con la Iglesia rural asturiana y han ayudado a dinamizar la vida espiritual de una comunidad creyente con una fe enorme pero que es inversamente proporcional a los recursos pastorales. «Hemos colaborado con párrocos que siguen al pie del cañón con más de 80 años y otros más jóvenes pero que llevan infinidad de pueblos», subrayan Cebrián. En este contexto, la profesora rememora el feedback de una feligresa de uno de los pueblos por los que han pasado: «Una chica nos reconocía que su tía ni siquiera podía dormir ante la expectación por que en el pueblo se volviera a celebrar la procesión del Día del Carmen después de 20 años».
Los frutos espirituales también se han dado a la inversa. Desde chicos, creyentes, que han visto la importancia de abrirse más allá de su comunidad de referencia y otros, con menos sensibilidad espiritual, que han sentido el germen de la fe. «Un chico nos confesó que no estaba en la onda del resto, que había venido acompañando a un amigo, pero que había visto algo en el resto de integrantes de la expedición que le cuestionaba en lo más hondo», asegura Elena Cebrián.
La profesora, que detalla también momentos más celebrativos —tanto espiritual como de ocio—, como por ejemplo la visita a Covadonga o el descenso en canoa del río Cares, reflexiona por último sobre la trascendencia y el entorno natural. La comitiva ha pasado por las localidades de Panes, Póo, Carreña y Oceño. «El entorno natural de Picos de Europa te habla, de forma innegable, de la belleza de la creación. Allí uno descubre, a través de la belleza de la naturaleza, que existe una propuesta con sentido; que el contexto social tan complicado que nos ha tocado vivir no es un todo, sino que hay un más allá repleto de trascendencia», concluye.