Una esperanza que no defrauda - Alfa y Omega

Una esperanza que no defrauda

Andrés Martínez Esteban

Las circunstancias, queramos o no, hacen o nos llevan a vivir la fe de una determinada manera. La relación con Dios cambia según sea el estado de ánimo personal, la edad, el estado físico o mental y el contexto histórico que nos toca vivir. Queramos o no, todo esto también hace que nos fijemos más en unos determinados textos de la Escritura que en otros.

Hay situaciones personales, sociales e históricas que nos desbordan y nos interrogan. Entonces, la persona creyente, el cristiano, el católico, sabe que las respuestas que busca las encuentra en la Palabra de Dios que se nos ha revelado. Otra cosa es que entendamos esas respuestas o que nos gusten más o menos.

Así ha sucedido a lo largo de la historia, como explica Adrien Candiard en el libro que reseñamos, cuando en el año 70 d. C. fue destruida Jerusalén, cuando en el año 410 Alarico entró y devastó Roma, o cuando la peste asoló Europa en el año 1348. Estos acontecimientos se entendieron como signos precursores del final de la historia o como castigos divinos a consecuencia de nuestros pecados. Y fue en esos momentos cuando los libros apocalípticos de la Escritura, el libro del profeta Daniel o el libro del Apocalipsis, fueron muy leídos y comentados. Así se entendió que la palabra apocalipsis y sus derivadas eran sinónimos de catástrofes, desgracias, hecatombes y destrucción, en definitiva, como el anuncio de un final terrible y extraordinariamente desastroso.

Sin embargo olvidamos, como nos recuerda el autor de este libro, que apocalipsis significa revelación, ¿y qué nos revela? La esperanza, porque el cristiano no profesa su fe en un Dios que destruye, que disfruta haciendo sufrir a una humanidad a la que ha dado la existencia y ha salvado de la muerte y del pecado, porque esto es precisamente lo que ha hecho Dios con nosotros.

Decimos que «la esperanza es lo último que se pierde», pero se rebate este alarde de optimismo con otro refrán, «el que espera desespera». ¿Quién de los dos tiene razón? ¿Depende del día y de las circunstancias? No. Es que «el que espera desespera» si esa esperanza la ha puesto en sus propias capacidades, en sus propias fuerzas, pero no para quien espera en el único que puede dar vida eterna, Jesucristo. Habrá quien piense que esto es como una especie de clavo ardiendo al que agarrarse cuando ya no queda nada y uno está colgando de un precipicio.

Al leer este libro de Adrien Candiard me he acordado de la encíclica Spe salvi de Benedicto XVI. En este documento el Papa nos recuerda la figura entrañable de santa Josefina Bakhita, una esclava sudanesa que después de ser secuestrada y sufrir terribles malos tratos, acaba sirviendo a una familia en Italia, donde encuentra la fe. Por medio de dicha fe descubre a un Dios que la ama y que ha dado la vida por ella. Conocer esto la llenó de esperanza y cambió su vida.

Benedicto XVI, a raíz del ejemplo de esta santa, escribe: «Nosotros necesitamos tener esperanzas —más grandes o más pequeñas—, que día a día nos mantengan en camino. Pero sin la gran esperanza, que ha de superar todo lo demás, aquellas no bastan. Esta gran esperanza solo puede ser Dios… Dios es el fundamento de la esperanza; pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo. Solo su amor nos da la posibilidad de perseverar día a día con toda sobriedad, sin perder el impulso de la esperanza, en un mundo que por su naturaleza es imperfecto. Y, al mismo tiempo, su amor es para nosotros la garantía de que existe aquello que solo llegamos a intuir vagamente y que, sin embargo, esperamos en lo más íntimo de nuestro ser: la vida que es “realmente” vida».

Unas palabras antes del Apocalipsis
Autor:

Adrien Candiard

Editorial:

Encuentro

Año de publicación:

2023

Páginas:

96

Precio:

12 €