Una doble llamada global a ser hermanos - Alfa y Omega

Una doble llamada global a ser hermanos

«Estoy de acuerdo con cada palabra» de Fratelli tutti, afirma el musulmán impulsor del Documento sobre la fraternidad humana

María Martínez López
Beso a Al Tayeb tras firmar en 2019 el documento de Abu Dabi. Foto: AFP / Vincenzo Pinto.

El Documento sobre la fraternidad humana, firmado el 4 de febrero de 2019 en Abu Dabi por el Papa Francisco y el gran imán de Al-Azhar, Ahmed al Tayeb, es «un mapa para que las generaciones futuras naveguen cuestiones humanitarias urgentes». Habla a Alfa y Omega su impulsor, Mohamed Abdel Salam, secretario general del Consejo Musulmán de Ancianos. Fue él quien propuso la idea a ambos líderes en 2017 y lo redactó junto con ellos y un sacerdote. Se inspiró en el magisterio de ambos, pero también en gestos como cuando Francisco acogió a refugiados en 2016. «En el mundo musulmán lo apreciamos profundamente».

Abdel Salam cita como pilares del documento «la ayuda a los necesitados y los vulnerables»; el diálogo entre miembros de religiones y pueblos diversos, y «la resolución pacífica de los conflictos». Todo brota, según el texto, de la fe en Dios, que «ha creado a todos los seres humanos iguales en derechos, en deberes y en dignidad y los ha llamado a convivir como hermanos». Si el mundo está en crisis, es por el «alejamiento de los valores religiosos». Como respuesta, se debe «reavivar el sentido religioso».

Francisco quiso firmar Fratelli tutti en Asís, el 3 de octubre de 2020. Foto: CNS.

Pero también abordar sus implicaciones prácticas. «Declaramos firmemente», sentencia el texto, «que las religiones no incitan nunca a la guerra», al «terrorismo execrable» y al odio, que son una «desviación». Es preciso «interrumpir el apoyo a los movimientos terroristas». Subraya la importancia de respetar la libertad religiosa, ya que Dios permite la existencia de distintas creencias. En consonancia con las Iglesias de Oriente Medio, propone que en vez de hablar de «minorías» religiosas se aplique el principio de «ciudadanía plena» en la que todos tienen «igualdad de derechos y deberes». En otros ámbitos, pide defender la vida «desde su inicio hasta su muerte natural», protegiendo los derechos de las mujeres y a los ancianos, débiles y personas con discapacidad.

«Con los brazos abiertos»

En estos cuatro años, el documento «ha sido recibido con los brazos abiertos a nivel internacional, nacional y de base», apunta Abdel Salam. La ONU declaró su aniversario Día Internacional de la Fraternidad Humana. «Timor lo ha adoptado como declaración nacional» y «más de millón y medio de alumnos de la Universidad de al-Azhar y sus colegios en Egipto lo estudian», como hacen otros en Emiratos Árabes Unidos, el Líbano, Italia o Estados Unidos.

Al año siguiente, Abdel Salam se convirtió en el primer musulmán en presentar una encíclica. Fue el 4 de octubre de 2020 con Fratelli tutti, que considera «una extensión natural» del documento de 2019. Al leerla, «redescubrí» una vez más la «elocuente expresión» del concepto de fraternidad. «Como musulmán, estoy de acuerdo con el Papa en cada palabra, y encuentro contento y esperanza en cada sugerencia».

La alegría del amor y del Evangelio

«Si alguien ha acogido ese amor» de Dios «que le devuelve el sentido de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo?», se pregunta Francisco en Evangelii gaudium, su propuesta de una «Iglesia en salida» tras el Sínodo de 2012. «Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo», de forma que las estructuras y los estilos «se conviertan en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación». Todo desde la alegría, al igual que en la exhortación Amoris laetitia (2016), fruto de un Sínodo doble. No ofrece «una nueva normativa», sino que pide «un responsable discernimiento» para «acompañar» e «integrar» las situaciones frágiles, complejas e irregulares. Esto no implica «proponer menos que lo que Jesús ofrece», por lo que se subraya la necesidad de un «esfuerzo pastoral para consolidar los matrimonios».

Para Jesús Avezuela, director general de la Fundación Pablo VI, Fratelli tutti es «el pensamiento de Francisco condensado en una encíclica final, que ojalá no sea la última». Considera que «es una de las encíclicas que más influencia ha tenido en la sociedad», pues, a pesar de la creciente secularización, incluso «políticos o empresarios que muchas veces no participan de nuestra fe la citan».

«Ante tanta herida» en el mundo, subraya en ella Francisco, «la única salida es ser como el buen samaritano», que «reflejó que la existencia de cada uno está ligada a la de los demás», aunque no sean de la propia comunidad. Desde esta mirada, propone reconstruir el tejido político y social. De hecho, una de las ideas claves es la de «amistad social», que Avezuela define como «un amor que va más allá de las fronteras, en el que la sociedad no está condicionada por sus aspectos culturales sino que tiene una verdadera apertura universal», lejos de un falso universalismo uniformizador. Esta amistad necesita diálogo, que «no es solo poner a dos personas a hablar, sino ponerse en el lugar del otro».

Aplicaciones muy prácticas

Hace falta asimismo, en palabras del Santo Padre, ejercer «la mejor política puesta al servicio del verdadero bien común», lejos del populismo demagógico y del liberalismo al servicio de los poderosos. Con estos mimbres, desgrana sus propuestas sobre la necesidad de que todos vivan con dignidad, el trabajo, las migraciones, las relaciones internacionales o la paz como obra de «artesanía».

Francisco compila en parte el magisterio de sus predecesores, aunque «es capaz de bajar a aplicaciones más prácticas», apunta el director general de la Fundación Pablo VI. Incluso ideas que sorprendieron, como que la propiedad privada no es un derecho «absoluto o intocable», «ya están en Centesimus annus, de san Juan Pablo II». Más novedoso fue afirmar que la pena de muerte es «inadmisible» o que «hoy es muy difícil sostener los criterios racionales» de otras épocas sobre «una posible “guerra justa”». En estos puntos, «ha consolidado esos primeros acentos que habían ido poniendo los Papas contemporáneos», como cuando «Pablo VI hablaba de que la guerra justa no debía entenderse como los escolásticos».