Una china conversa: «Mis hijos estaban seguros de que sería feliz de monja» - Alfa y Omega

Una china conversa: «Mis hijos estaban seguros de que sería feliz de monja»

Esta madre de familia china vio cómo, tras convertirse la familia, toda su prole se consagraba a Dios en su país. Después de enviudar, ella misma se hizo agustina recoleta y acaba de hacer su profesión solemne en un monasterio de Salamanca

María Zhang
Postrada durante las letanías a los santos
Postrada durante las letanías a los santos. Foto: Salamanca al día / Miguel Corral.

Mi nombre es María y soy de China. Sin todavía conocer a Dios, mi marido y yo siempre vivimos como una familia muy unida, inculcando valores a nuestros hijos y respetando el don de la vida.

Conocí a Dios por medio de mi hermana, que había ingresado en la Iglesia católica. Ella me animó a participar. Desde el primer instante me sentí muy unida a Él. En ese momento comenzó mi proceso de conversión y ese mismo año, 2007, mis cuatro hijas mujeres y yo decidimos bautizarnos. Al año siguiente lo hizo mi esposo, junto con mi hijo, el pequeño de la familia.

Interiormente, yo sentía que el Señor me pedía que le diera a mis hijas, pero no entendía cómo. Entonces, una religiosa agustina recoleta invitó a mi hija mayor a vivir una experiencia con ellas. Le gustó y se quedó. Luego le siguió mi segunda hija y, después, las dos siguientes. Yo me sentía contenta de que fueran religiosas.

Mi marido y yo nos mudamos cerca del convento. Pero al año siguiente falleció mi esposo y me quedé con mi hijo. Al poco tiempo, mi hijo me dijo que él quería ser sacerdote. Aunque me costaba separarme de él, me sentí feliz de que el Señor lo hubiera elegido. Quedando yo sola, le pregunté al Señor: «¿Y ahora yo, qué?». Un día, en sueños vi una mujer vestida de monja. Sin saber qué significaba, sentía que el Señor me decía que me quería así.

A mi hija la mayor la destinaron a España. Sabiendo mi deseo de ser monja, averiguó en distintos monasterios si me podían recibir. Era normal que algunos no quisieran recibir a una viuda con cinco hijos; pero llegué al monasterio de Santo Toribio de Liébana en Vitigudino, en Salamanca. Mis hijos eran los más interesados en que yo ingresara en el convento, porque comprendían esta vocación contemplativa y estaban seguros de que yo sería feliz así.

No me fue difícil hacer los trámites para venir a España. Sentía que el Señor me facilitaba las cosas y desde mi entrada al convento me sentí acogida. A pesar de que no sabía nada del idioma, estaba feliz. Ya he cumplido diez años en la comunidad y sigo con la misma felicidad desde el día en que entré. El 13 de mayo de este año 2025 hice mi profesión solemne. Y en estos días, después de diez años, viajaré por un mes a mi país para visitar a mis hijos.

Doy gracias a Dios por la familia religiosa agustina recoleta que me ha regalado. Esta vida de clausura me permite vivir mi vocación contemplativa cumpliendo mi misión de orante junto a mis hermanas, pidiendo por tantas necesidades de nuestro mundo, especialmente para que toque los corazones de las personas, como un día tocó el mío.

Con un traductor online
María Zhang durante su profesión solemne

María Zhang llegó a España en 2015, con 56 años y sin saber español. Se valía del traductor de un móvil para poder expresarse. Aterrizó en nuestro país para ingresar en el convento de las agustinas recoletas de Vitigudino tras recibir, en su país, acompañamiento espiritual de un sacerdote agustino recoleto chino que le abrió las puertas a esa posibilidad. Tomó el velo blanco de novicia en 2017. Tres años más tarde hizo sus votos temporales en una celebración en la que estuvo acompañada por una de sus hijas, también agustina recoleta.

El pasado mes de mayo tuvo lugar su profesión solemne, en una celebración presidida por el obispo de Salamanca, José Luis Retana. Al inicio de la misma, fue acogida por la superiora de la comunidad, la madre Berta Teresa Feijóo. Tras la homilía tuvo lugar el rito del interrogatorio, por el que sor María fue preguntada por su deseo de consagrar por entero su vida a Dios, siguiendo los consejos evangélicos y viviendo según los votos de castidad, pobreza y obediencia. La respuesta afirmativa de la religiosa fue acompañada por toda la comunidad, que invocó a los santos con el canto de las letanías, mientras sor María permanecía postrada en el suelo como gesto de entrega y humildad. Durante ese momento, dos hermanas la cubrieron delicadamente con pétalos de rosas.

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo