El personaje de Francesc Cambó para mí hoy es tan potente como cuando Plaza&Janes público en 1987, XL aniversario de su fallecimiento en Buenos Aires, mi primer Cambó. En el 2018, Almuzara publicó actualizado y mejorado mi Cambó. Es importante que la ciudadanía, muy especialmente las nuevas generaciones, conozca su actuación humana y política. Pueden ser motivo de reflexión y actuación.
Cambó fue un catalanista que nunca considero contrapuestas las ideas de Cataluña y España. Lo defendió en Cataluña y en el resto de España, no solo con palabras sino con hechos. En 1907 decía: «¿Hay alguien que pueda pensar por un momento que la grandeza de Cataluña pueda chocar, pueda lastimar en algo el progreso y la vida y la dignidad de España? Si alguien pensara eso, cometería el mayor de los sacrilegios. Yo no he podido sospechar nunca que Cataluña y España pudieran ser cosas contrapuestas. Si un día yo pudiera pensarlo, ese día seria el día más triste de mi vida porque vería comprometido para siempre el porvenir de Cataluña». 15 años más tarde, en 1922, con igual rotundidad declaraba: «He rechazado constantemente el separatismo, y no por considerarlo delito, sino por estimarlo un absurdo». Cambó defendió siempre la autonomía de Cataluña, pero sin mermar la de otras regiones.
Nos encontramos hoy con una Cataluña dividida y, lo que es peor, con su factor humano gravemente dañado: familias rotas, amistades truncadas, desencuentros preocupantes, enfrentamientos peligrosos… Esta situación no deja de crecer y afecta diariamente la convivencia. Hoy Cambó preconizaría, con fuerza, el dialogo, el acercamiento, el encuentro…, desde la defensa de las leyes, en el marco constitucional. Apoyaría una Cataluña solidaria con fuerte personalidad, integrada en España, Europa y el mundo, y no una Cataluña sola, ensimismada, llena de prejuicios. Cataluña ha sido hasta hace unos pocos años una comunidad con un peso demográfico, económico, histórico, cultural y social de primer orden, la primera entre las españolas. Lamentablemente, ha iniciado una fase de declive progresivo. Debemos todos, catalanes y no catalanes, aunar esfuerzos para terminar con esta grave, compleja y difícil situación. Sin lugar a dudas, es posible. La sociedad civil puede y debe jugar un gran papel.