Un templo donde el Evangelio «lo vivimos, no solo lo escuchamos» - Alfa y Omega

Un templo donde el Evangelio «lo vivimos, no solo lo escuchamos»

Nuestra Señora de la Guía partió el despacho parroquial para hacer una habitación donde duermen migrantes

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Encuentro de fieles y migrantes en la parroquia
Encuentro de fieles y migrantes en la parroquia. Foto: Nuestra Señora de la Guía.

Un chico de Senegal interrumpe la entrevista para saludar a Jorge Dompablo, el párroco de Nuestra Señora de la Guía, que hace un tiempo decidió reducir a la mitad el despacho parroquial para habilitar una habitación dedicada exclusivamente a inmigrantes. «Él ha pasado aquí la noche», dice Dompablo, y como él ya son decenas los africanos que han podido disfrutar de la acogida de esta parroquia del norte de la capital.

La comunidad vive a fondo su compromiso
La comunidad vive a fondo su compromiso. Foto: Nuestra Señora de la Guía.

Frente al Hospital Universitario La Paz, a la sombra de las Cuatro Torres de plaza de Castilla y cerca de la estación de Chamartín, se levanta esta parroquia con clara vocación social. «Esta era la zona donde vivían los tranviarios, que en sus inicios tenían una capilla dedicada a la Virgen de la Guía, por ser la que les conducía», explica el párroco. Con los años, la colonia vio crecer a su lado las cocheras de la Empresa Municipal de Transportes, acogiendo en viviendas cercanas a muchos de sus empleados.

Hoy, el perfil de los vecinos ha cambiado, porque la gran mayoría de aquellos primeros habitantes ha fallecido ya. «Se han ido vendiendo las casas y ahora la zona se está rejuveneciendo mucho, pero en la parroquia no lo notamos», lamenta el párroco, que hasta ha contabilizado a las personas del barrio que pasan alguna vez a la semana por Nuestra Señora de la Guía: tan solo 18. «Sin embargo, gracias a que hemos ido creando una comunidad de relaciones y sintonías, de amistad y comidas, vienen hasta 120 personas de fuera, algunos de muy lejos», explica.

Al compás del Evangelio

La razón de esta llegada de personas venidas de otros lares es que Dompablo tiene un largo recorrido en la atención a toxicómanos —«he vivido 22 años con ellos», dice— y migrantes africanos: «otros 15 años más», cuenta. Por este motivo, «hay muchas personas con esta inquietud por los demás que han venido por aquí, y así hemos ido creando una comunidad de mucho cariño y de un tinte muy evangélico».

Eso lo dice porque la lectura que guía la pastoral de esta comunidad es el capítulo 25 del Evangelio de san Mateo. El «tuve hambre y me disteis de comer» lo han traducido en un mensaje que Dompablo envía cada viernes a los fieles para que el domingo traigan a Misa comida y enseres que necesita el brazo social de la parroquia. El «tuve sed y me disteis de beber» se aplica a un grupo de ecología integral que cultiva un huerto y sensibiliza en este aspecto al entorno. Otro grupo aborda el «estuve desnudo y me vestisteis» buscando soluciones al problema de la vivienda en la capital y al drama de los desahucios, con el objetivo de poder gestionar en un futuro próximo alguna casa propia para casos de emergencia. «Estuve enfermo y me visitasteis» se plasma en visitas a los mayores del barrio para llevarles la Comunión y «estuve en la cárcel y vinisteis a verme» ha tomado forma en los viajes de algunos voluntarios a la prisión de Navalcarnero.

«Las Cuatro Torres hacen de campanario», dice el párroco

«Las Cuatro Torres hacen de campanario», dice el párroco. Foto: Nuestra Señora de la Guía.

Quizá lo más llamativo es el modo de encarnar el «fui forastero y me acogisteis», algo que la parroquia aborda desde la Asociación San Francisco de Asís. «Yo llevaba años acogiendo en casa a migrantes, pero esto es ya una pastoral directa de la parroquia», afirma Dompablo. Así, cuentan con dos casas en terrenos cedidos por el Canal de Isabel II y RENFE, en las que acogen a diez chicos africanos. Ocho más los alojan en tres pisos cedidos por Cáritas, tres en otra vivienda que han alquilado y otros cuatro en dos casas en un pueblo de Ávila.

El último domingo de mes la parroquia los acoge a todos en una celebración litúrgica muy participativa y una comida compartida con toda la comunidad. «Nos juntamos cerca de 60 personas, hasta de otras religiones», dice el párroco, que añade que el Evangelio «lo vivimos, no solo lo escuchamos. Si no viviéramos así la fe, la parroquia habría cerrado hace mucho tiempo».