Un templo de inspiración griega en pleno Vigo - Alfa y Omega

Un templo de inspiración griega en pleno Vigo

Proyecto del obispo Eijo y Garay, vigués de nacimiento, la iglesia de Nuestra Señora de la Soledad se inspira en un templo parisino que Napoleón quiso dedicar a su Ejército

Cristina Sánchez Aguilar
El arquitecto Antonio Cominges se inspiró en la Magdalena de Bartolomé Vignon. Foto: Carol Buceta.

El templo de Nuestra Señora de La Soledad de Vigo se construyó entre 1957 y 1963 por iniciativa de Leopoldo Eijo y Garay, vigués de nacimiento y, por entonces, obispo de Madrid-Alcalá. «Pidió a un amigo suyo, el arquitecto Antonio Cominges, que lo fuese construyendo poco a poco, según las posibilidades económicas, puesto que el oratorio en el que celebraba en su residencia de la Atalaya con frecuencia resultaba insuficiente», explica Alberto Cuevas, delegado de Medios de Comunicación de la diócesis de Tui-Vigo y párroco de la iglesia. A esta casa regresaba el obispo cada verano para descansar y preparar sus cartas pastorales, conferencias y homilías para el curso siguiente. En esta residencia estival «tuvo lugar la conversión del filósofo Manuel García Morente y muchos amables encuentros con gentes de Vigo, con políticos, intelectuales y obispos de la época, así como con quienes ahora son santos fundadores, como san Josemaría Escrivá de Balaguer o varias religiosas, entre otros», detalla el párroco.

La construcción es singular. De estilo neoclásico, está inspirada en la Magdalena de Bartolomé Vignon, una iglesia parisina concebida por Napoleón Bonaparte como un templo griego dedicado a la gloria de su Grande Armée en 1806. La obra gallega tiene una sola nave rectangular y un pórtico con cuatro columnas de estilo jónico. «Eijo y Garay murió en 1963, cuando el templo aún no estaba inaugurado, así que no se dedicaría al culto hasta ser convertido en iglesia parroquial, en 1970, bajo el episcopado de José Delicado Baeza», señala Cuevas.

A esta época del arranque como parroquia pertenecen las esculturas de la Virgen de la Soledad, en el centro del templo, y las estaciones del vía crucis, 14 mosaicos en bajorrelieve, obra del famoso artista valenciano Vicente Rodilla Zanón. También son obra suya el baptisterio y los doce apóstoles que, antiguamente arrinconados, no estaban dispuestos como ahora. «Fue en la última remodelación del presbiterio, en el año 2004, bajo las directrices del arquitecto Francisco Castro Nieto, cuando se colocaron como se pueden encontrar actualmente», explica el delegado de Medios de Comunicación.

Otro elemento que destacar es el moderno retablo, realizado en hierro, luces y cristal. «Las tres cruces del monte Calvario están ensambladas en una sola cruz, la de Cristo», describe Cuevas. «Y como el dolor cristiano es siempre salvador, se integra en el retablo un rosetón que, a propósito, queda parcialmente tamizado para hacer referencia al momento que murió Jesús y se oscureció el sol, y a la luz de la mañana de Pascua».

El retablo, a su vez, «es el colofón teológico tanto de las estaciones del vía crucis como del vía matris, recogido en seis vidrieras». En total son diez las vidrieras, que muestran seis de los siete los dolores de la Virgen y dos de los amores de Eijo y Garay, el Cristo de la Victoria —la multitudinaria advocación del Cristo vigués— y la Asunción de María, patrona de la ciudad. En las otras dos que faltan aparecen san Pío X, el Papa que le nombró obispo, y la última, con su escudo episcopal.

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