El monasterio leonés que resurgió de sus cenizas - Alfa y Omega

El monasterio leonés que resurgió de sus cenizas

San Pedro de Montes, en Ponferrada, ha sobrevivido a desamortizaciones, a la invasión musulmana y hasta a un grave incendio que lo dejó casi en ruinas

Cristina Sánchez Aguilar
San Pedro de Montes está a 20 kilómetros de Ponferrada. Foto: Manuel Gómez.

El monasterio de San Pedro de Montes está ubicado en Montes de Valdueza, en Ponferrada. Fue fundado en el siglo VII por san Fructuoso y, junto con el monasterio de Santa María de Carracedo, fue el más poderoso del Bierzo en cuanto a dominios. Tras la muerte de san Fructuoso sus discípulos continuaron en el monasterio hasta la llegada de san Valerio quien, aunque al principio tuvo enfrentamientos con ellos, fue nombrado abad por el rey y los monjes tuvieron que aceptarlo. San Valerio amplió el monasterio, plantó huertas y, sobre la roca en la que san Fructuoso rezaba —marcada con una cruz—, construyó la iglesia de la Santa Cruz y San Pantaleón.

Para llegar hasta él hay que atravesar una carretera de montaña con castaños centenarios a ambos lados. El entorno, según lo describió san Valerio, «calma los nervios y el amor auténtico, puro y sin fingimientos, inunda el alma». Los musulmanes lo destruyeron en la segunda década del siglo VIII, y fue san Genadio —obispo de Astorga—, un siglo más tarde, quien lo volvió a reconstruir. Después de 200 años de prosperidad, cuenta el historiador Vicente Fernández que «el monasterio vivió una profunda crisis; fueron años de decadencia económica y moral». Todo cambió a partir del sigo XVI, cuando se añadieron nuevas construcciones gracias a los ingresos obtenidos por las ferrerías propiedad del monasterio. Pero la guerra de la Independencia y la exclaustración pararon su reconstrucción, y en 1848 un incendio arruinó lo que quedaba del edificio. De hecho, estuvo incluido en la lista roja de Hispania Nostra.

La iglesia en la actualidad mantiene la traza románica. «En su interior se guardan cinco retablos, todos de un solo cuerpo, con imágenes de san Pedro, santa Escolástica, san Benito y san Genadio —en un arca se conservan las reliquias de este último—, todas tallas del siglo XVII», explica Fernández. En la torre se encuentra la maquinaria del reloj. Durante la vida monástica un monje era el encargado de levantar las pesas tres veces al día. La última vez que marcó la hora fue a finales del siglo XX.

Al este de la iglesia se encuentran los restos del monasterio. «Al sur se conserva el claustro. Era de pequeñas dimensiones, con cuatro arcos de medio punto que aún están en pie», describe el historiador. En el interior se encuentra la cocina, de 1784, donde aún se puede ver la chimenea. Al lado se encuentra la despensa y enfrente la botica, después el refectorio. Las cámaras abaciales y la biblioteca están al sur. Sus 1.400 volúmenes se encuentran en la Biblioteca Provincial de León. «El monasterio se abastecía de agua de una fuente por medio de un acueducto, del que resta un arco en el muro norte». En el aljibe, donde aún están los canales de entrada y salida de las aguas, los monjes tenían pescado y sanguijuelas que utilizaban en la botica para sangrías.

En el año 2018 se realizaron excavaciones en el claustro y dentro de la iglesia del monasterio. En los sondeos aparecieron nueve tumbas, y una de ellas es del año 774. Es la tumba más antigua del Bierzo relacionada con la época monástica de san Fructuoso.

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