Hay un silencio histórico impresionante, conmovedor y a la vez desconcertante. Es el silencio de un inocente que pasó por el mundo haciendo el bien y que, sin embargo, fue acusado por el pueblo y en nombre del pueblo de incumplir las leyes del César, de subvertir y revolucionar al pueblo judío. Más aún, de blasfemar por atribuirse y afirmar ser el rey de los judíos, el Mesías anunciado por los profetas y el mismo Hijo de Dios vivo.
Es el silencio de Jesús de Nazaret ante Poncio Pilato, gobernador romano y procurador de Judea en el año 33 de la era cristiana. Los evangelistas nos relatan así la presencia de Jesús ante Pilato. Como lo acusaron de muchas cosas y Pilato le preguntó si era el rey de los judíos, al responderle Jesús «tú lo has dicho», le interrogó de nuevo diciendo «¿No respondes nada, mira de cuantas cosas te acusan?». Pero como Jesús no respondió, Pilato quedó maravillado por su silencio.
La escena está plasmada, en cierto modo, en muchos cuadros y en una de las bellas vidrieras de la pequeña iglesia francesa de Assy, situada entre las ciudades de Grenoble y Chamonix, decorada por el pintor, grabador y litógrafo Georges Rouault, en la que aparece el rostro ensangrentado y coronado de espinas de Jesus, con la sencilla inscripción en su parte inferior: Et il n’a pas ouvert la bouche.
Y en Zamora, entre las bellas imágenes y los valiosos grupos escultóricos que desfilan en su famosa Semana Santa, declarada de interés turístico internacional, la impresionante escultura renacentista del Cristo de las Injurias, atribuida al gran escultor jienense Gaspar Becerra, preside en las primeras horas vespertinas del Viernes Santo de cada año y en el pórtico de la catedral zamorana, el inicio de la procesión denominada del Silencio, mientras la campana mayor del monumental torreón románico toca a muerto de manera pausada, lúgubre y penetrante.
El rostro del Cristo ensangrentado y moribundo, de la imagen, refleja no obstante una dulce paz, un conmovedor dolor y un impresionante silencio.
Es uno de los momentos cumbres de la Semana Santa zamorana, en el que después del ofrecimiento de guardar silencio, que hace tradicionalmente el alcalde en nombre de la ciudad, el obispo de Zamora toma juramento a los 2.500 hermanos cofrades y, desde este año 2022, a las 90 hermanas cofrades, todos arrodillados en la plaza de la catedral y con sus hachones encendidos. «¿ Hermanos cofrades del Santísimo Cristo de las Injurias, juráis guardar silencio durante todo el recorrido de la procesión?». La respuesta unánime: «Sí, juramos».
La procesión encabezada por tres hermanos a caballo, con sus palafreneros y cuatro largas trompetas que rasgan el silencio de la noche, continúa después durante unas dos horas, por las principales calles de Zamora. Bastan sus agudos sonidos para que Zamora entera guarde un piadoso silencio, ante el desfile de la impresionante imagen de quien fue sentenciado injustamente a muerte y muerte de cruz por debilidad y cobardía de un gobernador romano, coaccionado por una turba que gritaban: «Crucifícalo, crucifícalo». Al lector animo a presenciar y vivir tan conmovedor silencio, si no lo ha hecho. Yo termino. Me callo. Guardo silencio.
José-Donato André