Un siglo de Nosferatu - Alfa y Omega

Imaginemos una ciudad de puertas cerradas y calles vacías, en la que las autoridades han decretado el confinamiento de sus habitantes. Hay una plaga misteriosa de la que poco se sabe y que genera gran incertidumbre y miedo. Este escenario podría ser el la pandemia causada por la COVID-19 o el de Nosferatu, una sinfonía del horror, la obra maestra del director alemán Friedrich Wilhelm Murnau, de cuyo estreno se cumple un siglo el 4 de marzo.

Alboreaban los años 1920 y, a pesar de que los cañones de la Primera Guerra Mundial todavía estaban calientes, un cierto halo de optimismo y despreocupación moral recorría algunas capitales europeas. El totalitarismo se preparaba para devorar Europa desde Moscú, Roma y Berlín. Amanece una era de monstruos.

Cuando en 1922 Murnau estrenó su visión del Drácula de Bram Stoker, quizás no era consciente de que estaba creando un icono capaz de conectar al espectador con sus miedos más profundos, una obra cinematográfica que no ha perdido su sentido en 2022.

No pensemos que la historia que nos cuenta Murnau es la vieja historia de siempre. El artista crea algo nuevo. Es cierto que el personaje central es Drácula (al no pagar derechos a la viuda de Stoker, hubo que cambiar nombres y ubicaciones) pero este relato casi onírico va más allá de la narración original del autor irlandés y presenta una visión del no muerto no como el mal principal, sino como el heraldo de la descomposición de toda una sociedad, el portador de malas noticias: el antievangelio. Las consecuencias de la llegada del monstruo a la pacífica ciudad de Wisborg van más allá de la amenaza puntual de un asesino fantasmagórico: traen a la mente el miedo atávico a la peste y al caos social consecuente. El desfile de ataúdes, el no dar abasto el enterrador… El mismo miedo en 1922 y en 2022. Murnau plasma magistralmente una categoría universal.

Pero no podemos olvidar algo que no es accesorio. ¿Cómo conjura Murnau este escenario de desgracias? Al final, solo quedan dos cosas a las que aferrarse: un sacrificio y el alba.

Alboreaban los felices años 20 e incluso en ese escenario de pandemia propagandística y preparación para la guerra, incluso ante lo que quedaba por venir, Murnau acierta con otra verdad universal: el gallo cantará y… al alba, venceremos.