Se suele decir que «si crees que has entendido algo sobre la situación política o religiosa en Oriente Medio es porque te lo han explicado mal…». Mi visita a Francia este verano coincidió con la publicación de titulares alarmistas sobre la situación de los cristianos en Irak. Había muchas preguntas a mi alrededor sobre lo que parecía ser una última y confusa disputa en torno a la decisión del cardenal Rafael Sako de abandonar Bagdad, su sede oficial como patriarca de la Iglesia caldea, la más importante. Se refugió en Erbil, en el Kurdistán.
Este espectacular gesto se produjo tras la denuncia por parte del Gobierno iraquí del estatuto que reconoce al cardenal como jefe de la comunidad caldea y administrador de sus bienes. La noticia conmovió con razón a la comunidad cristiana en Irak. Decisión sorprendente, ya que la situación de los cristianos parecía avanzar hacia aguas más tranquilas desde la visita del Papa a Irak en 2021. El decreto es el resultado de las luchas entre sunitas y chiitas y de la creciente influencia de los iraníes a través de estos últimos. Ellos favorecieron el ascenso de un cristiano disidente, Rayan al Kildani, el caldeo, líder de una milicia supuestamente cristiana pero proiraní. El cardenal lo acusa de querer monopolizar la representación política de la minoría cristiana y, por este medio, gestionar los bienes de la Iglesia. Al Kildani no se queda atrás al acusar a Sako de hacer política. A pesar de las múltiples manifestaciones en apoyo del cardenal, de cristianos y de muchos musulmanes, la situación sigue bloqueada.
A esta crisis se sumó la tragedia de Qaraqosh, donde un incendio durante una boda dejó más de 100 muertos y afectó a la mayoría de la comunidad cristiana. En la imagen, vemos al cardenal Sako con las víctimas. La ciudad, ocupada dos años por el Daesh, acababa de ser restaurada; en particular las iglesias profanadas, con la esperanza de recuperar a los cristianos. El Papa la visitó en 2021. Oficialmente, el origen del incendio es accidental. Pero muchos no están tan seguros.
Esta enésima crisis debilita un poco más a los cristianos. Los últimos acontecimientos en Israel pueden tener consecuencias para los cristianos orientales, siempre percibidos como partidarios de un Occidente proisraelí. Los cristianos occidentales no pueden permanecer indiferentes. Las Iglesias europeas son hijas de estas. ¿Olvidaremos todo lo que les debemos?