Recientemente, se ha presentado el anteproyecto de Ley reguladora de los derechos de las personas ante el proceso final de la vida. Aunque la intención sea laudable, una ley no zanja necesariamente un problema. Esperar de las esferas legislativas o judiciales la solución a un problema asistencial puede acabar volviéndose en contra de los pacientes a los que pretende beneficiar.
En la Exposición de motivos del anteproyecto, se recoge el fundamento jurídico de la libre autonomía de la voluntad. Sin embargo, afirmar la libre autonomía de la voluntad del paciente podría obligar a los profesionales de la sanidad a aceptar criterios de actuación ajenos a la ética profesional; por ejemplo, retirar la alimentación y la hidratación del paciente, o atender peticiones de eutanasia si el paciente lo pide. En este caso, el médico es desposeído de toda responsabilidad de sus actos, y queda despenalizada la mala praxis.
Sobre la sedación paliativa conviene aclarar «que una cosa es el derecho al tratamiento del dolor y otra el supuesto derecho a un tratamiento particular. La sedación paliativa es un tratamiento concreto y definido que no puede considerarse derecho del paciente, sino indicación médico-ética; es el médico quien propone al paciente la opción del tratamiento que es conforme a su cuadro sintomático, y no al revés».
El anteproyecto de Ley es un paso más hacia la despenalización de la eutanasia. Legalizarla es una declaración de derrota social. Vendría a decir que, como no podemos ayudarnos mutuamente, el Estado se encarga, pero no cubriendo esta carencia de atención, sino ahorrándose la solución del problema con una inyección letal. Por contra, los equipos de cuidados paliativos facilitan la presencia del paciente en su domicilio, aportando un beneficio emocional indudable y realzando su dignidad personal.
La verdadera humanización de la muerte viene de la alianza terapéutica entre el enfermo y el equipo asistencial. Los poderes públicos han de limitarse a ejercer su función subsidiaria de apoyo, facilitando recursos y promoviendo políticas de protección, nunca de desamparo.