Un Papa jesuita - Alfa y Omega

Del Papa, latino y jesuita, y de su impactante trayectoria, está todo dicho, pero como católica me gustaría recordar en su honor los principios de la Compañía de Jesús; y, como española, la influencia que tuvieron éstos en nuestra santa, la Madre Teresa de Jesús. Por eso, traigo hoy aquí el recuerdo del 27 de septiembre de 1540, cuando Pablo III aprobaba la Compañía de Jesús. Pocos años después de la muerte de su fundador, el vasco Íñigo de Loyola, el grupo inicial de diez miembros tuvo un desarrollo espectacular. Se extendió por Europa, América… A Ávila llegaron en 1551, y el encuentro con santa Teresa no se hizo esperar. Su método de trabajo, la frescura de su nuevo ideal y una organización de vida ejemplar resultaban revolucionarios y atractivos para ella.

Al oír nombrar al Papa Francisco, pensé en los jesuitas Francisco de Borja y Francisco Javier, y en el comentario que sobre el primero hace la Madre Teresa en el Libro de la Vida, en unos momentos de difícil discernimiento de su relación con Dios: «En este tiempo vino a este lugar el padre Francisco, que era Duque de Gandía y había algunos años que, dejándolo todo, había entrado en la Compañía de Jesús. Procuró mi confesor que le hablase y diese cuenta de la oración que tenía, porque sabía iba adelante a ser muy favorecido y regalado de Dios que, como quien había mucho dejado por Él, aun en esta vida le pagaba. Pues después que me hubo oído, díjome que era espíritu de Dios… Yo quedé muy consolada». No fue ésta la única vez que se reunieran, siendo uno de los pocos personajes a los que Teresa nombra con detalle.

Los dos primeros asesores de la santa son los padres jesuitas Cetina y Prádanos, muy jóvenes pero decisivos para ella en su valoración mística. Cuando emprenda el recorrido por los caminos, encontrará en Salamanca nada menos que al famoso padre Ripalda, para nosotros de especial memoria por su Catecismo, quien, en 1573, le manda escribir el Libro de las Fundaciones.

En la primera página de Las Moradas, están presentes los padres jesuitas Francisco de Rivera y Rodrigo Álvarez. Su primer biógrafo será el padre Rivera; del segundo, tendremos noticias en Sevilla, en 1576, cuando la Inquisición le encomienda examinar a la santa. Se ve que ella subyugó al consultor, pues no sólo salió absuelta, sino que hizo de ella un magnífico elogio.

A lo largo de su vida, Teresa de Jesús contará con más de diez padres jesuitas como directores espirituales. Teresa siente dentro, como otro Francisco Javier, el entusiasmo por las misiones: «Estos indios que no me cuestan poco…».

Termino con este interesante detalle: cuando, en la Pascua de 1571, estando en Salamanca, Teresa vive el famoso éxtasis, se lo cuenta al Rector de la Compañía, padre Martín Gutiérrez, quien poco después viaja a Roma para asistir a la tercera Congregación General de la Compañía. Nunca llegó; los hugonotes le asesinaron a su paso por Francia.

Ahora sé que el Papa ha tomado su nombre del santo de Asís, en cuya pobreza se inspiró también nuestra santa de Ávila para la renovación de su Orden en pobreza. Quiera ahora la Madre Teresa interceder para traernos a España al Papa Francisco: el V centenario de su nacimiento, en 2015, sería una gran ocasión.