Un oasis para sacerdotes - Alfa y Omega

Un oasis para sacerdotes

Un tiempo sabático, problemas con el alcoholismo o con las relaciones afectivas… los sacerdotes que necesitan hacer un alto encuentran ayuda en la residencia Mosén Sol, en Castellón, donde cuentan con profesionales y acompañamiento

Redacción
El obispo de Segorbe-Castellón bendijo la residencia el 19 de enero de 2020. Foto: Diócesis de Segorbe-Castellón.

En Alquerías del Niño Perdido, provincia de Castellón, se encuentra la residencia Mosén Sol, una suerte de oasis para acompañar a sacerdotes que descubren la necesidad de hacer un alto en el camino para procurar su crecimiento integral, afrontando las dificultades que se les puedan presentar. El proyecto es una iniciativa de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos que funciona desde hace cuatro años y que ha atendido a más de 60 sacerdotes de todo el país. «La casa está dedicada a diocesanos españoles», detalla Emilio Lavaniegos, director de la residencia. El hecho de trasladarse a este lugar permite un acompañamiento continuado, sistemático e integral. Los sacerdotes que residen en la casa suelen recibir visitas, sobre todo de sus familias y de sacerdotes de su presbiterio; esto es muy positivo, porque tienden puentes hacia su realidad cotidiana.

El proceso comienza con una valoración interdisciplinar de tres semanas, en la que interviene el equipo directivo de la casa y los profesionales que sean necesarios: médicos, psicólogos, psiquiatras, preparadores físicos, nutricionistas, etc. Después, otras cuatro fases que se pueden alargar por varios meses. El objetivo de la primera es «conocerse» más profundamente; la segunda fase, «comprender los dinamismos de la propia personalidad»; la tercera «apropiar el modelo sacerdotal» aproximándose a los textos sobre el sacerdocio y, finalmente, «una proyección de futuro» en la que estudian cómo dar continuidad a lo aprendido preparando un proyecto personal y pastoral. Un proceso que se centra «más en la persona y menos en el problema».

Después de este camino, se proponen tres años de acompañamiento en los cuales pueden volver a la residencia de manera más o menos periódica. «Es interesante la continuidad, porque se trata de gestionar mejor la propia personalidad en la misión pastoral», apunta Lavaniegos. Para esto es importante que los sacerdotes se reincorporen gradualmente al ministerio, «que no se les agobie», y así se lo piden al obispo.

Pero, ¿cuáles son las problemáticas que tienen los sacerdotes? Pues, según narra Lavaniegos, desde los que vienen a pasar un tiempo sabático, sin ninguna problemática particular, hasta quienes tienen problemas más acuciantes: alcoholismo, relaciones afectivas, dificultades psicológicas… «para cada problemática les recibo con un texto específico que les ayude a ilustrarlo». Lo fundamental es «liberar la propia personalidad de los rasgos de inmadurez». Esto se ve de manera bastante clara cuando algún sacerdote viene con problemas afectivo-sexuales: «Normalmente, detrás de un problema sexual suele haber un trasfondo no sexual», sentencia el operario. La soledad o el agotamiento emocional, la sensación de abandono o la falta de horizonte suelen ser la verdadera causa.

Este sentimiento de soledad tiene como solución la fraternidad presbiteral. Lavaniegos afirma categóricamente que «el sacerdocio tiene una radical forma de vida comunitaria» y eso es lo que se trata de ofrecer en Mosén Sol. «Los sacerdotes formamos una comunidad fraterna que nos fortalece y anima». También insiste en que la Iglesia debe seguir trabajando para ayudar a sus sacerdotes a crear, como explica el decreto Presbyterorum ordinis, «cualquier forma de vida en común», desde la mesa en común hasta la vivienda en común.

La soledad de los sacerdotes no solo se origina en en la relación con otros presbíteros, «también con las comunidades que les han sido confiadas», apunta Lavaniegos. «Con frecuencia los sacerdotes nos sobrecargamos de trabajos que podríamos delegar en otras personas», lamenta. Incluso, a veces, las fiestas de las comunidades se convierten en un motivo de agobio para el sacerdote que se ve solo en la preparación, experimentando una fuerte presión social. Esto tiene que ver con el progresivo abandono de la fe de la sociedad, que «está llena de fiestas religiosas que han ido perdiendo su sentido original».

Afortunadamente, los obispos, que también son sacerdotes, no son ajenos a estas problemáticas. En este sentido, el proceso de crecimiento integral que ofrecemos es una mediación útil. Hay que comprender que en la Iglesia no descartamos a las personas, sino que les ayudamos a crecer, porque todos somos imperfectos y tenemos dificultades».