Un Nobel para la poesía: Louise Glück - Alfa y Omega

En uno de sus poemas, The wish (El deseo), Louise Glück —Nobel de Literatura 2020— preguntaba a un imaginario interlocutor: «¿Recuerdas cuando pediste un deseo? / Yo pido muchos deseos. […] ¿Qué crees que pedí yo? […] Pedí lo que siempre pido. / Pedí otro poema». La carrera literaria de Glück (Nueva York, 1943) ha estado siempre vinculada a la poesía. Seguramente, si le pidiéramos una máxima, nos contestaría: «Yo creo en la poesía». Ya había ganado otros importantes galardones, como el Pulitzer de poesía o el National Book Critics Circle Aware. A su tarea creadora se unió en paralelo su vocacional labor docente (Yale).

Sus versos siempre han estado vinculados a la carnalidad de la realidad. A esa realidad tangible que se esconde tras el poema y que en ocasiones queda difuminada e incluso fatalmente olvidada por cierto relumbrón romántico asociado a lo poético. Pero no. No es así en el caso de Glück, en cuyos versos siempre se deja escuchar, imperativamente y a través de bruscos crujidos, el grito desesperado que nos lanza el mundo para ocuparnos de él. Lo ineludible (el amor, el dolor, la muerte, la desigualdad), siempre acecha a la vuelta de la esquina. Glück ha conseguido otorgar este carácter de redescubrimiento de la realidad a la poesía.

Decían los griegos de la Antigüedad que la verdad es alethéia, es decir, aquello que aparece, aquello que se desenmascara y elude el olvido o el ocultamiento (léthe). Y eso mismo hace la Nobel de Literatura con sus versos: desentrañar el carácter en ocasiones vaporoso de lo que tenemos ante nuestros ojos. «Trato de recuperarte / ese es el propósito / de la escritura», escribe en unos elocuentes versos que recoge la poeta española Marina Carretero Gómez en su libro Escombros. Dos poetas, por cierto, una joven y otra consagrada, que se unen en su ahínco por hacer de lo poético el lugar en el que la creación estimula nuestra curiosidad y asombro ante un escenario que hay que aprender a salvar a través del lenguaje: porque, como apunta Glück, «Al final del sufrimiento / me esperaba una puerta». Tras ella, las palabras, que no aportan huero consuelo, sino arma emotiva capaz de reconciliarnos con nosotros mismos. «Algunos creamos nuestra propia luz», dice Glück. Leamos sus libros para sobrevivir en y a través del salvífico poder de su palabra poética.